Gracias a la fiesta del cine y sus entradas por 2 euros he podido ver esta semana tres de los estrenos más interesantes de los últimos dos meses. Dos de ellas, Frankenweenie y Salvajes, realizadas por dos de los directores más importantes de las últimas décadas, Tim Burton y Oliver Stone, que no se encuentran en su mejor momento creativo y Looper, de Rian Johnson, un director con apenas tres películas que todavía le queda mucho trecho que recorrer pero que apunta maneras.
Empezamos con Frankenweenie, una reinterpretación de uno de los primeros trabajos de Burton (un cortometraje de imagen real) que ha traspasado al medio que quizás más podría gustar al cineasta, la técnica de stop-motion que le ha dado grandes alegrías a sus seguidores como Pesadilla Antes de Navidad (aunque esta la dirigiera Henry Selick) y tristezas con La Novia Cadaver.
Frankenweenie, la historia de un chico que resucita a su perro muerto en el típico pueblo de clase media americana que tanto odia Burton, es un nuevo paso en la recuperación de Burton como el cineasta que amamos en los años 90, tras la interesante pero irregular Dark Shadows y al igual que esta, vemos a un Burton cómodo en su ambiente, superando trabajos alimenticios como Alicia. Eso no quiere decir que nos encontremos ante un clásico indiscutible como Eduardo Manostijeras o Ed Wood (los mejores trabajos de Burton), ya que no consigue alcanzar las cotas de maravilla de ellas, pero si que podemos ver a un Burton humilde, muy personal y donde el cinéfilo del terror y fantástico podrá disfrutar con los múltiples homenajes que el director de Burbank va diseminando a lo largo del filme y que dudo que reconozcan las nuevas generaciones. Y aunque la película se puede hacer algo larga en su tercio final, deja momentos para el recuerdo frases como "No le quiero en mi corazón, lo quiero aquí conmigo" o la conversación que Victor, el protagonista del filme y reflejo del propio Burton mantiene con su profesor, donde este le dice que su primer proyecto funcionó porque lo hizo con el corazón y el segundo no porque lo hizo sin ganas, en clara alusión de Burton a los trabajos alimenticios de su carrera, ya sean Batman, El Planeta de los Simios o la ya mencionada Alicia en el País de las Maravillas.
De un consagrado como Burton pasamos a una joven promesa como Rian Johnson que me sorprendió en el festival de Sitges de 2006 con su ópera prima Brick, una mezcla original y muy interesante del relato clásico de detectives con el de instituto americano. Ahí conocimos a Joseph Gordon Lewitt y Johnson lo rescata para Looper, su primera aproximación a la ciencia ficción con tintes de Philip K. Dick, que tiene una primera hora magistral, pero que se tambalea en su segundo acto, para recuperarse levemente en su climax. Lo mejor, la idea de los asesinos temporales, su visión de un futuro cercano y pesimista y sobre todo Gordon Lewitt y un Bruce Willis que parece salido del 12 Monos de Gilliam, casualmente otra fábula temporal. Pero la película se enmaraña y no se define en lo que quiere contar cuando cambia la atmósfera fría y Cronenbergiana de su primer acto y se traslada al universo Fordiano, convirtiéndose en una curiosidad muy interesante pero que se aleja de la gran película de ciencia ficción que podría haber sido.
Para terminar, tenemos el regreso de Oliver Stone al universo lisérgico de cintas como Asesinos Natos y Giro al Infierno, quizás sus mejores trabajos junto a la magistral JFK. Decir que nos encontramos ante el mejor trabajo de Stone de la última década no es difícil, porque el recuerdo de la secuela de Wall Street, World Trade Center o W, demuestran lo bajo que había caído el cineasta. Salvajes, adaptación de la novela negra de Don Winslow, es una vibrante película de cine negro entretenida y trepidante, aunque funciona mejor cuando Stone se pone clásico y se deja de sus idas de olla. El reparto formado por jovenes estrellas como Taylor Kitsch, Aaron Johnson y Blake Lively, junto con veteranos como Benicio del Toro, Salma Hayek y un divertidísimo Travolta se integran a la perfección, pero el relato promete en un principio mucha sordidez y se acaba convirtiendo en una inofensiva película de acción repleta de fuegos artificiales pero algo cobarde, sobre todo con ese doble final absurdo y tramposo como pocos.
En resumen, tres películas interesantes que no perfectas, pero que bien merecen su visionado, para reconocer síntomas de recuperación en las carreras de Stone y Burton y para descubrir a un nuevo director con buenas ideas que contar aunque todavía le quede camino que recorrer.