29 de febrero de 2016

Caballero Luna : Cuenta atras hacia la oscuridad de Doug Moench y Bill Sienkiewicz. Los inicios de un personaje de culto




























Si hay un personaje Marvel que siempre ha estado rodeado de un aura de misterio es el Caballero Luna. Un personaje que nunca ha tenido una regularidad en las librerías, pero que siempre el lanzamiento de algo relacionado con él me ha llamado la atención. Los artífices de que el personaje tenga ese aura de culto fueron su creador Doug Moench y el dibujante Bill Sienkiewicz.



El personaje tuvo su primera aparición en la serie Werewolf by Night en el año 1975 como némesis del Hombre Lobo protagonista del título. Tras su aparición en esta serie regular que nunca tuvo el éxito y el reconocimiento del Drácula de Wolfman y Colan, el personaje tuvo una segunda oportunidad en la antología de Marvel Spotlight. Pero Moench acompañado de un poco acertado Don Perlin, no conseguía que el personaje destacara en exceso.



Tuvo que llegar el éxito del Hulk televisivo de Lou Ferrigno y Bill Bixby a finales de los 70, para que Marvel le diera un magazine de mayor precio y menor control de la censura para que el personaje tuviera su verdadera oportunidad. Pero no sería hasta el tercer número de la entrega suplementaria del Caballero Luna que Moench se encontró a un aliado que llevaría al personaje al status mítico y de culto que sigue teniendo a día de hoy, Bill Sienkiewicz.



Sienkiewicz todavía era un émulo de Neal Adams, en el manierismo y fisiología de los personajes, y no había alcanzado su arte la evolución que plasmó en Los Nuevos Mutantes y que luego estalló en su abrumadora Elektra Asesina, pero ya en este Caballero Luna se pudo comenzar a vislumbrar que era algo más que un clon de Adams. Su trazo nervioso y neurótico en algunos momentos, la tensión que reflejaban sus figuras y personajes y las arriesgasdas composiciones narrativas demostraban que nos encontrábamos con alguien que daría mucho de que hablar.



El personaje dentro del magazine de Hulk y en manos del duo creativo, comenzó a crecer a a pasos agigantados. Con un menor control de la censura del Comics Code e interesado en plasmar la violencia que cada vez crecía más en la sociedad americana de los años 70, Moench supo ser el precursor de obras como The Question de Denny O'Neill o el Green Arrow de Mike Grell, aunando lo que era el homenaje claro a la famosa La Sombra de los pulps, con un mucho de crítica social y política.



Nuestro escindido protagonista, dividido entre cuatro personalidades que no le convierte en la persona más estable del mundo, y junto a su amada y el resto de agentes que tiene desperdigados por la ciudad de Nueva York, arrastra al lector a una vorágine de acción, terror y suspense que pronosticaba el futuro del cómic americano mainstream, sin hacer el ruido que otros autores consiguieron una década más tarde.





Este primer volumen de dos, donde Panini pretende englobar todo el trabajo de Moench y Sienkiewickz, reúne los ejemplares de Werewolf by Night, los Marvel Spotlight y las historias de complemento de The Hulk, para luego introducirnos en los quince primeros ejemplares de la serie regular que le dieron al personaje en el año 1980. Un tomo que va de menos a más, siendo testigos de los primeros y tambaleantes pasos de un autor y un personaje que necesitaron del talento de Sienkiewicz para juntar un equipo creativo que se convertiría en una de las obras de culto de la Marvel de finales de los 70, principios de los 80. Una Marvel más urbana, que junto al Daredevil de Miller comenzaría una revolución silenciosa que sería imitada y mejorada a lo largo de los años y las posteriores décadas y que puede que sin este Caballero Luna, no hubiera sido llevada a cabo.

27 de febrero de 2016

El camino a Batman V. Superman Parte 1: Superman 1978-1987. De la épica Fordiana a los abismos de la serie Z






































Es sorprendente como la memoria y la nostalgia nos pueden jugar malas pasadas. Sobre todo si esos recuerdos provienen de la infancia, época siempre rodeada de recuerdos y sensaciones que por supuesto en su momento fueron cruciales para nuestro crecimiento como individuos, pero que lógicamente está supeditada a la falta de experiencias y a una sorpresa continua, motivada por la falta de bagaje cultural.






Yo fui uno de esos niños que está ahora mismo escribiendo sobre cómics y cine gracias al Superman de Donner. Yo la vi con 4 años y mi mundo cambió para mejor y por supuesto yo también creí que un hombre podía volar. Pero el Superman de Donner no es la piedra filosofal por la que se tienen que medir el resto de producciones que han crecido exponencialmente en la última década. Y es por ello que me sorprendo cuando contemporáneos míos que ya tienen unas cuantas canas, siguen alabando fanáticamente un largometraje que con sus aciertos y su innovación, está lleno de múltiples carencias y errores.




Los orígenes de "Superman The Movie" habría que buscarlos no en la propia DC Comics o su propietaria Warner Bros, sino en una pareja de productores, por llamarlos algo, padre e hijo, llamados Alexander e Ilya Salkind que en la antigua tradición de productores "Eurotrash" al estilo de Dino de Laurentiis y familia, han pasado a la historia del cine más por sus oscuras habilidades para conseguir financiación que por su gusto por el séptimo arte.




Y he aquí que el hijo le dijo al padre que porqué no hacían una película de Superman, que le sonaba que era una institución en el mundo entero como icono cultural y su padre, que no tenía ni pajolera idea de que le hablaba su retoño, se le encendió la bombilla y cuando oyó hablar de billetes, se embarcó en la aventura de buscar financiación para lo que esperaban fuese un bombazo de proporciones astronómicas.




Demostrando sus abrumadores conocimientos no solo de la historia del personaje, sino de lo adecuado del ofrecimiento de colaboración a ciertos guionistas y actores, los avispados productores ofrecieron tan suculento pastel a las estrellas del momento, ya fueran Paul Newman o Robert Redford. Como guionistas, tantearon a Mario Puzo, mediocre escritor cuyo único mérito es que su novela El Padrino se convirtió en obra de arte gracias a Francis Ford Coppola en su versión cinematográfica. Vista la pantagruélica cantidad de dinero que iba a recibir, el avispado escritor aceptó la propuesta y creo una biblia de casi cinco horas, cobró su dinero y dejó el muerto a David y Leslie Newman, guionistas famosos por Bonnie and Clyde, tras decir que no Robert Benton, de plena actualidad en los años 70 por el guión de Todos los Hombres del Presidente. 




No sería hasta la llegada de Richard Donner como director y que fue elegido por los Salkind porque buscaban un director que hubiera tenido un éxito previo (Donner tuvo la suerte de estar entre los directores hot por el éxito de la notable La Profecía), que el proyecto no comenzó a tomar forma. Junto a Tom Mankiewickz, guionista y colaborador de confianza de Donner, comenzaron a reescribir el absurdo guión que los Newman les habían colado a los Salkind, repleto de gags de medio pelo (algo que en el futuro la saga tendría a manos llenas fuera del control de Donner) y multitud de apariciones estelares de las "estrellas de la época" como Telly Savallas, el famoso Kojak, convirtiendo el libreto que recibió Donner en algo tan "camp" que hacía parecer al Batman de Adam West, la trilogía de Nolan del Caballero Oscuro.




Donner fue el responsable de los mayores aciertos del filme. La aproximación respetuosa al material original, la majestuosidad de la puesta en escena, la verosimilitud dentro del contexto de la ficción y sobre todo por la elección de un desconocido Christopher Reeve que se convirtió y sigue siendo, la imagen que ha quedado en el imaginario colectivo y la cultura popular del Hombre de Acero.




Los mejores momentos del largometraje se encuentran en la interpretación dual entre Clark Kent y Superman, el ecosistema del Daily Planet, Lois Lane y su interacción con el superhombre venido de Krypton, además del maravilloso prólogo de la película que transcurre en Krypton y luego en Smallville, lugar este donde la iconografía Fordiana y Americana están más presentes en el largometraje, aportándole ese valor clásico e imperecedero.




Los problemas, que Donner firmó por dos largometrajes y la película estaba pensada como una parte de un todo que se completaría con la secuela. En el momento que los problemas con los temibles Salkind empezaron a florecer y a entorpecer el trabajo de Donner, este tuvo que improvisar el final que tenía previsto y colocar como clímax final de la película lo que era el final de la siguiente entrega. Un final que es un deus ex machina en toda regla y que hace chirriar todo el largometraje, porque si Jor-El avisa al joven Clark en la Fortaleza de la Soledad que no debe inmiscuirse en los asuntos de los humanos y en el discurrir de la historia de la Tierra y este por salvar a Lois hace retroceder el tiempo y no tiene ninguna consecuencia para el personaje o la trama, eso es un Deux es Machina de manual, provocando que el climax final de la película no tenga ningún impacto emocional y las amenazas no sean nada temibles al lado de un hombre que puede hacer girar el tiempo a su antojo.




Súmale a eso la caricaturesca interpretación de Hackman, lo irritable que es Ned Beatty como Otis, el escasamente brillante y bufonesco secuaz de Luthor y un desequilibrio entre lo que es el primer y segundo acto, alargado en exceso, pero que plantea perfectamente el origen y el entorno del héroe y un tercer acto precipitado y poco creíble, provocan las inconsistencias de un filme que se balancea entre lo casi magistral (la representación de ese Krypton frío tanto en clima como en sentimientos, la ya mencionada parte en Smallville, el Planet y sus personajes y la relación de Lois y Clark) con atisbos de lo que vendría magnificado después, ya fuera del control de Donner, representado en la figura de Otis y los excesos del Lex Luthor de Hackman, un villano carismáticamente bufonesco, pero poco convincente como verdadera amenaza.




Por supuesto el apartado técnico de la película fue excepcional. No llega a las maravillas con las que había deleitado al público Lucas un año antes con el Star Wars original, pero sigue manteniendo el tipo casi 40 años después de su estreno.

Las cosas comenzaron a cambiar con Superman II. Una película que es una extraña mezcla entre el material firmado por Donner y lo que tuvo que terminar Richard Lester, director secuaz de los Salkind con los que ya había perpetrado aberraciones tales como su particular versión de Los 3 Mosqueteros de Dumas a mediados de los 70.




Superman II es una película que tiene sus momentos, sobre todo esa batalla en la ciudad de Metrópolis entre Superman y los tres renegados de Krypton, el descubrimiento de la identidad de Superman por parte de Lois y el paso adelante en intentar representar con los medios de la época un tebeo de superhéroes en movimiento. Pero los insertos que dirigió Lester, director plano, bufo y vulgar donde los haya, como el prólogo en París o la batalla final en la Fortaleza de la Soledad desluce un conjunto irregular. El remate es el recurso de nuevo del Deus Ex Machina, donde Superman borra los recuerdos de Lois de su identidad secreta con un nuevo superpoder que tenía el héroe de Krypton y que desconocíamos los aficionados, ¡El Beso Amnésico! Lamentable....

Las cosas no mejoraron con Superman III, donde aquí Ilya Salkind sin el apoyo de papá, consiguió hundir más una franquicia que naufragaba sin un director como Donner que supiera respetarla. La primera idea del "brillante" productor fue contratar al histriónico Richard Pryor, famoso cómico de la época que pegaba tanto en una película de Superman como Jim Carrey en Batman Forever. La sombra del cameo de Telly Savalas en el Superman original ensombreció esta nueva secuela.




Ya de primeras, Richard Lester nos ofrece una escena de absoluta comedia slapstick en los créditos iniciales que nada tiene que ver con el héroe de Krypton. La película remonta con la parte de Clark volviendo a Smallville y su reencuentro con Lana Lang, además de brindar la película uno de los momentos más icónicos de la saga, el enfrentamiento de Superman con su doble maligno.

Pero estos pequeños detalles no pueden superar el excesivo protagonismo de un Richard Pryor fuera de la película, el casposo villano interpretado por Robert Vaughn (se nota que no querían dejarse el dinero de nuevo en Gene Hackman) cuyo único valor en su interpretación de ese tópico empresario multimillonario americano sin escrúpulos, deja vislumbrar (muy lejanamente, por supuesto) el nuevo Lex Luthor que idearan John Byrne y Marv Wolfman en su reinicio del personaje en el todavía lejano 1986.




Si creíais que Superman no podía tocar más fondo que con Superman III, estábais equivocados. Los Salkind veían que su gallina de los huevos de oro cada vez ingresaba menos dinero. Superman II en 1981 no recaudó tanto como el Superman original, -Ilya Salkind culpa al estreno de En Busca del Arca Perdida- y en 1983, Superman III hizo aún menos dinero. Debido a su ignorancia y prepotencia, no se dieron cuenta que la bajada de la taquilla de cada secuela no era debido a que el personaje no interesaba ya al público que acudió en masa a ver la película original de Donner, sino por la progresiva decadencia de unas películas que rozaban cada vez más la serie B de videoclub de barrio.

El último clavo en el ataud de la franquicia y el género hasta la llegada del Batman de Burton en 1989 fue la venta de los derechos de los Salkind a unos productores aún peores que ellos, Menahem Golan y Yoran Globus, los dueños de Cannon, la productora más costrosa que ha pisado Hollywood. Con sus presupuestos de derribo, su poco amor por el arte cinematográfico, su escaso talento y apoyados por la burda dirección de Sidney J. Furie, un habitual de Cannon y director de títulos de calidad tan contrastados como Águila de Acero (un explotation del éxito de Top Gun sin los medios de esta), hundieron al Hombre de Acero aún más en el fango.




No puedo entender como los actores originales volvieron a un sub-producto que olía a basura a millas de distancia, pero sobre todo, no se cuantas deudas pendientes tenía Gene Hackman para volver a una saga que nunca le interesó y que en manos de la Cannon iba a convertir a Superman III en el Ciudadano Kane de las adaptaciones de cómics.

Con unos efectos de auténtico derribo, donde los cromas cantan a cinco kilómetros, la repetición de planos es algo escandaloso y el cartón piedra adorna todos los decorados, Superman IV: En Busca de la Paz es el mayor despropósito perpetrado en el mundo de las adaptaciones de cómic hasta que llegó Batman y Robin en 1997.




Tal fue el batacazo y el desprestigio de la franquicia, que Superman no volvería a los cines hasta casi dos décadas después. Tuvo que ser el Caballero Oscuro, en auténtica boga tras la reinvención que Frank Miller había realizado en el mundo del cómic, para que los héroes de DC Comics y los superhéroes volvieran a convertirse en un fenómeno de masas. Tim Burton, los productores Jon Peters y Peter Guber, Jack Nicholson y Michael Keaton lograron el milagro financiero y cultural. Que la película haya aguantado el paso del tiempo, será un tema del que continuaré hablando en el siguiente post de este Camino hacia Batman V. Superman.

23 de febrero de 2016

Secret Wars Mes 6 (Parte 3): Mundos apocalípticos y salvajes llegan a su final






































De los múltiples mundos dentro de mundos que ha ofrecido este marco-evento, el entorno apocalíptico ha tenido una importancia y también digamos redundancia extrema. Y este repaso a los títulos que quedaban por reseñar, publicados por Panini este mes de Febrero, son una buena muestra.



Comenzamos con la única novedad de este bloque de mini-reseñas, La Era de Ultron Vs. Marvel Zombies. Y si el título puede provocar escalofríos por lo bizarro de la propuesta y traer miedos de lo peor que aportó el cómic en los años 90, es todo lo contrario. El motivo su guionista, James Robinson, que aquí está mucho más acertado y acerado que en La Guerra de las Armaduras y que utilizando como pretexto este imposible cruce entre hambrientos muertos vivientes y letales máquinas de matar, nos cuela un tebeo que homenajea tanto a la Golden Age de Timely como a épocas añoradas y pasadas de los años 70 y 80, donde La Visión y Simon Williams cortaban la pana en un universo Marvel más inocente y compacto, sin olvidar el buen trabajo de Steve Pugh a los lápices, que en algunos momentos recuerda al trazo de Yanick Paquette.



Otra serie que se desarrolla en esas tierras sombrías, concretamente en el Muro es Asedio, la maravillosa miniserie que se han sacado de la manga Kieron Gillen y Filipe Andrade y que del evento original solo tiene el título. Un final crepuscular, con un toque de nostalgia, donde somos testigos de los últimos días del Asedio al Muro y que enlaza de manera brillante con el último número de la serie central publicado este mismo mes y que desembocará en el esperemos apoteósico final que nos tienen preparados Hickman y Ribic.



En la zona media entre aciertos y oportunidad perdida se encuentra el número final de Relatos Salvajes de Aaron y Del Mundo. Oportunidad perdida, porque aunque los posos de un buen tebeo están presentes en la miniserie y este número final es un buen ejemplo, no se me quita la sensación de que hay algo que no cuaja esta visita a los lugares más recónditos del universo Marvel.



Futuro Imperfecto termina como empezó y se desarrolló, como una nadería que no está a la altura del trabajo que ha realizado Peter David con Hulk a lo largo de varias décadas. Un tebeo que se olvida tan rápido como se lee y una oportunidad perdida para que David rematara con la que posiblemente sea su última historia al frente del Goliat Esmeralda.



Para el final dejo una serie francamente prescindible como Planeta Hulk. Un tebeo moroso de leer, escrito por un siempre poco inspirado Sam Humphries (de lo peor de los nuevos talentos que han aparecido en esta nueva Marvel) y que queda rematado por el anquilosado arte de Marc Lanning, émulo del también estático Sean Chen, aquel dibujante que realizó junto a Kurt Busiek la serie regular de Iron Man a finales de los 90, coincidiendo con Heroes Return.

21 de febrero de 2016

Hitchcock Truffaut de Kent Jones: Un recordatorio de porqué amamos el cine
















Con el tiempo, a veces olvidamos porqué amamos algunas cosas. Con el cine, y tras muchos años disfrutándolo, hay veces que pesa más lo que no nos gusta que lo que nos entusiasma y acabas teniendo una pose algo cínica de lo que antes disfrutabas con verdadera pasión. Y es por eso que doy gracias a este documental de Kent Jones.



Alfred Hitchcock es uno de los grandes genios del cine. Algo indiscutible, un cineasta que ha influido en el imaginario colectivo y en varias generaciones de cineastas. Pero en los años 60, Hitchcock no estaba tan bien considerado. Era un director de películas que funcionaban en taquilla. Punto. Hasta que la nouvelle vague y la revista Cahiers de Cinema le encumbraron con argumentos como el gran autor que es.



Entre dichos autores y directores estaba Truffaut, que aunque director de películas en las antípodas del cineasta británico, sentía una profunda admiración por su obra y admitía haber sido influenciado por los trabajos de este. Así que decidió proponerle una larga conversación entre ambos, para hablar sobre el cine, sus obras y cómo se aproximaba a ellas.

Dichas conversaciones, que fueron registradas a lo largo de ocho días dieron para mucho y fueron publicadas en un libro que es un manual de cine por si mismo, disfrutable para todo aquel que quiera aprender cómo hacer cine. Y de ese libro parte este documental.



Un documental que su único pecado es que se hace corto y que lógicamente no puede tener el nivel de profundización que el libro de Truffaut, por lo que solo se centra en profundidad en obras como Vertigo o Psicosis, eso sí aportando ritmo y muchos datos de interés.

El otro aliciente del documental son las valoraciones y opiniones de directores de diferente índole de la calidad de Scorsese, Linklater, Fincher o Wes Anderson. Autores como Hitchcock, con un marcado estilo personal y de muy diferente índole, pero que tienen un nexo común, la adoración por el maestro del suspense.



En definitiva, un documental que todo amante del séptimo arte no debe perderse. Un tributo a uno de sus grandes autores, un recordatorio de porqué, aunque a veces se nos olvide, amamos con pasión este arte por autores tan maravillosos, talentosos, únicos y especiales como fue Alfred Hitchcock.

20 de febrero de 2016

Deadpool de Tim Miller: Irreverente e hilarante carta de amor al mercenario bocazas


¿Quién le iba a decir a Fabian Nicieza y Rob Liefeld que su creación más popular, aparecida en la época más extrema y bizarra que se puede recordar en la historia del medio, llegaría tan lejos y se convertiría en la película que puede convertirse en el nuevo punto de inflexión del género?

Porque Deadpool, o Masacre como le hemos conocido los aficionados en España, es una bocanada de aire fresco para este subgénero del cine, quizás algo sobresaturado en la actualidad y que más o menos, exceptuando largometrajes puntuales que intentan salirse de la corriente, se están convirtiendo en un espectáculo adocenado donde la sorpresa es muy poco habitual.

Y lo han conseguido con una película gamberra y malhablada, repleta de ironía para ella misma y para el género, como lo fueron la aclamada etapa de Joe Kelly al frente del personaje a finales de los años 90 y que convirtió al personaje en el icono de Marvel que es actualmente. Un personaje que llevaba al extremo la autorreferencialidad y la ruptura de la cuarta pared de la Hulka de John Byrne y la espontaneidad de Spiderman.

Todo eso lo tiene este largometraje, humilde en pretensiones, duración y presupuesto, pero excepcional en lo que tiene que ser un blockbuster hollywoodiense: entretenimiento a raudales. Y es que este Deadpool sin querer ser más que lo que es, una película para pasar un muy buen rato, ha conseguido descubrir al público neófito que aún hay más capas que rascar en el sobreexplotado terreno de los superhéroes.

El mérito se reparte entre la fresca y dinámica dirección del debutante Tim Miller (menúdo debut) y el impagable carisma de Un Ryan Reynolds que a la tercera va la vencida en el mundo superheróico y consigue convertirse en icono de una generación donde la violencia extrema pero inofensiva y el chiste vulgar pero inteligente da paso también a una historia de personajes entrañables que en escasos 100 minutos consigue mucho más que muchas otras obras con pretensiones mucho más elevadas.

Reynolds se come la pantalla tanto con máscara como sin ella, dotando de expresividad a un rostro oculto pero que a través de un lenguaje gestual excepcional dota al personaje de una personalidad única y carismática. Morenna Baccarin vuelve a estar más bella que nunca y los X-Men invitados, se convierten en los perfectos sidekicks objeto de burla de una franquicia y un género.

Sin olvidar por supuesto a la ciega Al y a Comadreja, compañeros de Deadpool y que dotan al filme de los momentos más divertidos y que espero que tengan aún más presencia en la ya firmada secuela.

En definitiva, un filme que satisfará y elevará a los altares del público cinematográfico a un nuevo icono y dejará muy satisfechos a los seguidores del personaje en una traslación cinematográfica que aunque no es fiel al 100% en lo narrativo, es 100% fiel en lo que importa, la fidelidad en el tono y en la esencia del personaje.

18 de febrero de 2016

Secret Wars Mes 6 (Parte 2): La intranscendencia como común denominador






































No se si soy yo, que he perdido interés a medida que han ido pasando los meses, o que las miniseries que ha ido dejando Panini para los últimos meses del evento han sido en líneas generales las peores del mismo, pero en este nuevo repaso termino de reseñar cinco miniseries que no son de lo mejor que han dejado estas nuevas Secret Wars.



Comenzando con el capítulo final de esta nueva Era de Apocalipsis, que termina con el recurso fácil de la Fuerza Fénix (¿cuántas veces lo van a utilizar?) en un clímax que como toda la miniserie ha sido mucho ruido y pocas nueces.



Lo mismo decir de los dos últimos episodios de E de Extinción que comenzó muy bien, pero que en la resolución final transcurre por caminos muy trillados y que destaca únicamente por el dibujo de Ramón Villalobos, mucho más moderno y original que los guiones de un Chris Burnham al que se le terminaron las buenas ideas a mitad de colección.



Otro tanto para Hopeless y Bunn en el final de Dinastía de M, que tras la nueva vuelta de tuerca a la historia original, discurre de nuevo en facciones contrarias que deben unirse por un mal mayor y que no aporta nada nuevo que no hayamos leído mil y una veces. Miedo me da que estos dos sean los encargados de dos de tres series mutantes tras el final de las Secret Wars.



En cambio, La Guerra de las Armaduras termina mejor de lo que empezó, que no es decir mucho. Robinson, en uno de sus trabajos menos inspirados, por lo menos cierra sus tramas de manera correcta, en una obra que solo destaca por los lápices de Marcio Takara.



Guardianes de Sapiencial es un Bendis con el piloto automático puesto, donde quitando un final que entronca con la serie central, no deja de ser una miniserie para el lucimiento de Mike Deodato, que él si, entrega un buen trabajo.

17 de febrero de 2016

Hellblazer de Jamie Delano 1 de 3: Construyendo a John Constantine
























La aparición por primera vez de John Constantine como secundario de lujo en la saga American Gothic de La Cosa del Pantano de Alan Moore fue un punto de inflexión en el nuevo terror que el mundo del cómic abrazó a mediados de los años 80 y que cambiaría la manera de entender un género a partir de entonces.



Constantine tenía tanto carisma que era capaz de eclipsar al resto de personajes que tenía alrededor. Un personaje misterioso, del que Moore dio escasas pero fundamentales pinceladas y que pedía su propia serie regular a gritos, para saber quien era este investigador de lo paranormal cínico y desastrado.



Karen Berger decidió darle su propia serie regular en 1988 y ya que la relación de Moore con DC en esos momentos ya comenzaba a distanciarse para romperse definitivamente, decidió entregarle las riendas del personaje a un amigo de Moore, Jamie Delano, que ya había hecho sus pinitos en Warrior y 2000 AD, igual que el resto de autores británicos que inundaron el cómic americano.



A Delano hay que concederle el honor de darle cuerpo, personalidad y pasado a un personaje que hasta el momento había sido una presencia icónica e interesante pero poco más, ya que para Moore era motor de la historia pero nada más. Delano le aportó amigos, entorno, un trágico pasado y una personalidad complicada y muy interesante.

Pero Delano, al igual que todos sus contemporáneos, venía de una Inglaterra sometida por Margaret Thatcher. Una Inglaterra oscura, siniestra y pesimista, algo que este tebeo reflejó de manera magnífica.



En el primer año de colección, que es el que viene recopilado en este primer volumen de tres, Delano tiene un primer medio año brillante, acompañado por el acertado, sucio y retorcido arte de John Ridgway y donde el escritor apoyado en lo sobrenatural, realiza una acertada denuncia de problemas tan contemporáneos como el hambre en el mundo, el capitalismo salvaje, la pederastia infantil o la guerra de Vietnam, apoyándose en fenómenos sobrenaturales, de la misma manera pero sin llegar a la calidad expuesta por Moore en la mencionada American Gothic.



El problema, que a partir de ahí y aunque en esa segunda mitad del primer año de la colección sigue habiendo ideas interesantes, la cada vez más farragosa prosa de Delano hace que la lectura de la serie se haga más cuesta arriba. La salida de Ridgway como dibujante y la llegada de Richard Piers Rayner tampoco ayuda, ya que a este último le falta la calidad y el trazo siniestro que ayudaba a Ridgway a dar con el tono sombrío y sucio que necesitaba la colección.



El volumen lo completan dos ejemplares de La Cosa del Pantano de la etapa de Rick Veitch, el primer annual de la colección dibujado por Bryan Talbot y la miniserie prestigio The Horrorist que hasta el momento creo que había estado inédita en nuestro país y que destaca sobre todo por el magnífico arte de David Lloyd (V de Vendetta).

En definitiva, un volumen imprescindible para conocer los orígenes de la serie protagonizada por Constantine, un referente para las series que aparecieron tras ella y que conformarían la línea Vertigo y redefinirían el tebeo comercial americano y por supuesto el espejo donde se mirarían Ennis, Azzarello, Jenkins o Carey para hacer crecer la leyenda de John Constantine.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...