30 de junio de 2017

Dark Days: The Forge de Scott Snyder y James Tynion. El Bat-Universo de Snyder se expande al resto del universo DC






















Dark Days: The Forge, al igual que Dark Days: The Casting que será publicado el mes que viene, es el primer one-shot que dirige a los aficionados al universo DC al nuevo evento de la compañía, Dark Nights: Metal, la serie que reúne de nuevo al laureado equipo creativo de Scott Snyder y Greg Capullo, tras su triunfal paso por la serie regular de Batman en Los Nuevos 52.



Este primer especial está guionizado por el propio Snyder y su fiel James Tynion, actual guionista de una interesantísima etapa al frente de Detective Comics. Y aquí, Snyder vuelve a demostrar el brío perdido en los últimos tiempos, con un especial que ahonda de una manera nunca vista en la mitología del universo DC, traspasando todo aquello que fue sembrando a lo largo de su larga etapa al frente de Batman -que quizá habrá que revisar para encontrar las semillas de esta nueva historia- y planteando un atractivo y misterioso puzzle que intentando no desvelar demasiado, fusiona el origen de todos y cada uno de los elementos mágicos de toda la historia del universo DC con uno más de los peligrosos planes secretos del Cruzado de la Capa.



Este especial que arranca con fuerza un, en principio, atractivo evento editorial, está dibujado a seis manos por tres de las estrellas de la DC actual, Andy Kubert, Jim Lee y John Romita Jr. Y aunque ninguno de los tres está, a mi parecer, en su mejor momento artístico, decir que Jim Lee cumple con creces lo que se le exige, Andy Kubert sigue lobotomizado por su Millerizacion tras su paso por la tercera parte del Caballero Oscuro de Miller y Romita Jr para concluir, entrega unas páginas correctas.



Lo más atractivo de este nuevo juguete de Snyder, que esperemos resuelva con destreza, es, además de devolver la unidad a un universo DC que necesitaba esa cohesión perdida en los últimos tiempos, la posibilidad de devolver a primera línea a personajes y conceptos tan atractivos como Mr. Miracle, Mr. Terrific o los olvidados Outsiders de Batman, demostrando que este nueva DC está aprendiendo a cada paso, a devolver el lustre perdido a una mitología que en manos capaces, sigue posibilitando entregar sagas épicas y memorables. Esperemos que esta sea una de ellas.

28 de junio de 2017

Twin Peaks o el Mal hecho por los hombres


























“Quizás Bob no sea más que eso… El Mal hecho por los Hombres”
Albert Rosenfeld, Miguel Ferrer. Twin Peaks Temporada 2 Episodio 9

El domingo pasado, David Lynch y Mark Frost hicieron historia de la televisión. Y no solo de la televisión, sino del noveno arte en su conjunto, al emitir una hora absolutamente prodigiosa de serial televisivo, origen de una mitología críptica y video-arte contemporáneo. Porque cuando creíamos que ya lo habíamos visto todo en Twin Peaks y en la obra de Lynch, los creadores del serial entregaron un regalo maravilloso a sus seguidores y un caramelo envenenado a todos aquellos que se habían apuntado al carro de Twin Peaks, porque estaba de moda apuntarse a la nostalgia de una serie que tanto ahora como hace 25 años en el momento de su emisión original, siempre ha ido miles de pasos por delante tanto de su público como de los demás creadores de ficción que hay y habían tanto en la actualidad como a finales de los 80 y principios de los 90.

En las siete horas previas a la emisión de esta octava parte de la obra definitiva de David Lynch, quizá el episodio más importante de la historia del serial, Lynch y Frost habían maravillado y desconcertado a partes iguales a los seguidores de la serie de culto por antonomasia con esa mezcla esquizofrénica y apasionante de géneros televisivos y cinematográficos donde cohabitaban sin miedo y pudor el humor de Jacques Tati, el surrealismo más desacerbado, el relato de horror y ciencia ficción, aderezado por los repuntes de violencia más malsana y descarnada que hemos podido ver en la ya no tan pequeña pantalla.






Pero a lo largo de esas siete horas, sobre todo en su séptima parte, los creadores habían comenzado a dejar vislumbrar el camino que había arrancado de manera tan radical y fracturada. Parecía que los misterios comenzaban a encaminarse hacia una narración más convencional y la cercanía a ese Twin Peaks que conocíamos de la serie original estaba más cerca que nunca. Tanto es así que progresivamente, a lo largo de las siete partes emitida hasta el momento, cada una de ellas iba teniendo más momentos en la localidad que da título tanto a la serie original como a este Regreso.

Y los primeros diez minutos de esta octava parte parece que iba a seguir ese camino de la narración convencional y de desarrollo de los misterios planteados, mientras somos testigos de la huida de Mr.C y Ray de la prisión en la que estaban retenidos. Y parece que vamos a averiguar que son y a donde apuntan esas coordenadas que traen de cabeza a Mr. C y que solo Ray conoce.

Nada más lejos de la realidad. Ray baja a orinar, Mr. C coge su pistola y piensa sacarle esa información por la fuerza y acabar con él en el proceso. Pero Ray tiene su propio plan y dispara a Mr. C no sin antes dejarle descubrir que ha sido engañado y sus balas son de fogeo. Mr. C se desploma en el suelo y el infierno se abre paso en la tierra tanto para un atónito Ray, como para los espectadores.






Ocho figuras espectrales de unos leñadores/vagabundos carbonizados rompen el espacio/tiempo y se abren paso a través de una brecha en la realidad y comienzan a realizar un ritual diabólico y ancestral alrededor del inerte cuerpo de un Mr. C que es poco más que un pelele en manos de estos seres sobrenaturales y donde Lynch vuelve a epatar al espectador con una producción de sonido que solo puede considerarse fuera de este mundo.

Interludio de la interpretación más fantasmagórica y bella de Nine Inch Nails en el Roadhouse y viajamos en el tiempo al pasado. Concretamente al 16 de Julio de 1945 en el desierto de Nuevo México, lugar histórico donde se hizo la primera prueba atómica con la misma bomba que menos de un mes después arrasara Nagasaki y nos hiciera entrar en la era atómica y el principio del fin para la humanidad.

Porque Lynch y Frost, a través de una secuencia lisérgica, acrecentada por las técnicas de la macrofotografía, nos hace testigos hipnotizados del origen del universo de Twin Peaks, de la brecha de la realidad entre nuestro universo y la llegada de unos seres que no pertenecían a nuestro mundo, a través de una secuencia tan eterna como fascinante que hasta el momento parecía más cercana a las exposiciones de video-arte, que a una serie de televisión acontecimiento en prime time.






Y tras una secuencia que trae al recuerdo el viaje lisérgico del protagonista de la magna 2001 de Stanley Kubrick llegamos a ese mar de tranquilidad y monocromo con tintes violáceos que ya visitamos en los 20 primeros minutos de la tercera parte de este Retorno a Twin Peaks, junto a un Agente Cooper que como el mago del famoso poema, quería encontrar una posibilidad para salir entre dos mundos. En su interior, nos encontramos con “??????” antes conocido como El Gigante y la Señorita Dido y volvemos a un nuevo cambio de tono y texturas dentro de esta octava parte, retrotrayéndonos a la época gloriosa del cine mudo, con Murnau o Cocteau como referentes.

Algo rompe la paz y tranquilidad y de estos seres, quizá los protectores del equilibrio del universo y cuya localización podría bien ser La Logia Blanca mencionada en la segunda temporada del serial y nunca vista. La ruptura de la paz y el principio del fin es la explosión provocada por la prueba atómica y el nacimiento de unas esporas surgido de la expulsión de un material orgánico, que parece la garmonbozia, de manos de un ser parecido a la entidad que aparecía en la caja en Nueva York en la primera parte de este regreso. Entre esa miríada de huevos encontramos una matriz de color grisácea que contiene el rostro de la entidad conocida como Bob, idéntica a la extraída de Mr. C a manos de esos leñadores del averno en su tétrico ritual.






“?????” como dios creador del universo expulsa de su interior una entidad, una bola de energía dorada que es entregada a la Señorita Dido y que contiene la esencia de Laura Palmer. El nacimiento del bien y del mal. La confrontación de la luz y la oscuridad, provocada por la acción de un hombre que se creía dios y que ha desatado el infierno en la tierra y que arderá como Prometheo al querer acercarse y convertirse en los dioses a los que veneraba y a los que ha perdido el respeto.

Y tras una escena que aúna esa magia propia de los albores del cine y que guarda semejanzas estilísticas con el epílogo de Fuego Camina Conmigo, donde Laura y Dale son testigos de la llegada de un ángel que le ofrece la redención a una Laura Palmer, que emocionada, asciende a los cielos y que vuelve a demostrar que los acontecimientos en Twin Peaks no tienen un inicio y un fin, sino que son a la vez causa y consecuencia -“es el futuro, o es el pasado”- llegamos al bloque final de un episodio excelso.






Avanzamos 11 años, a 1956 y somos testigos de la creación/llegada/transmutación de los seres que vivían en la parte superior de la tienda de oportunidades (Convenience Store en el original). Porque mientras una pareja de adolescentes salidos de una película de Nicholas Ray de los años 50 intentan de manera pacata adentrarse en los enigmas de la sexualidad y el contacto físico humano, el infierno se apodera de una localidad de Nuevo México, cuando un fantasmagórico grupo de leñadores/vagabundos aterrorizan a los habitantes de la población encerrados en sus automóviles y su "american way of life", consecuencia de los terribles actos de la bomba atómica.

Lynch y Frost homenajean y dan una vuelta de tuerca a la sci-fi de los años 50 y su paranoia comunista y atómica con estos vagabundos/leñadores carbonizados y electrostáticos que han quedado encerrados entre dos mundos por la explosión nuclear y las consecuencias de la radiación, mientras el “líder” de estos seres repite incansablemente rodeado de electricidad, “¿Tienes Fuego?”.






A partir de ahí, el horror inunda la pantalla, mientras este ser mata a los empleados de una radio local y transmite un mensaje, poema “beat” o invocación, que invita al resto de seres de esa otra dimensión a que atraviesen la oscuridad del futuro pasado y encuentren la manera de entrar por la brecha de los dos mundos para que tomen y castiguen a los seres humanos que habitan en nuestra dimensión.

Y uno de esos huevos, que anteriormente hemos visto eclosionar en el desierto que rodea la población de Nuevo México y que de su interior sale una criatura parte cucaracha, parte saltamontes, parte rana, entra a la habitación de la chica de los 50 vista anteriormente y se introduce en su organismo a través de su boca para engendrar, ¿la semilla del mal?¿Bob?.






Porque Mike ya se lo comunicó a Cooper, Harry, Gordon y Hawk en el sexto episodio de la segunda temporada. Bob lleva entre nosotros unos 40 años. Y si la serie original transcurría en el año 1989, las fechas encajan con lo visto en este capítulo.

Y es así como Lynch y Frost han decidido explicar y expandir hasta los límites del tiempo y el espacio, la mitología de un serial que comenzó con el trágico, pero convencional asesinato de una chica de 17 años en la localidad de Twin Peaks. Pero como en la serie original Laura Palmer era el pegamento que unía el universo de Twin Peaks y a todos los habitantes y tramas de la localidad, ahora Lynch y Frost dan un salto de fé y le piden al espectador otro salto de fé, convirtiendo a Laura, a su esencia o espíritu, en el pegamento que una a un universo que se resquebraja y que ha infectado a lo largo de 70 años a una humanidad que jugó a ser dioses y solo trajo el apocalipsis a nuestras vidas.








Y todo ello en escasos 58 minutos que te dejan con la boca abierta, que abre nuevas puertas a la narrativa audiovisual, que homenajea los picos creativos previos a ella en las artes audiovisuales, que fascina, que remueve, que lleva un paso más allá a una obra que ya era revolucionaria y más atrevida que cualquier ficción previa, actual o futura. Dos artistas en la cumbre de sus facultades creativas y que estamos siendo testigos semana a semana, viendo como la magia y el arte se fusionan para entregarnos una obra maestra eterna. Si esto no es la cumbre del arte, que venga “??????” y lo vea.

26 de junio de 2017

Wonder Woman de Patty Jenkins: DIana de Themyscira devuelve la magia al género
























En un género que durante los últimos diez años ha sido sobreexplotado hasta la extenuación, era difícil ya ponerse delante de una adaptación de un cómic a la pantalla grande con algo de desidia y poca magia. Pero esta primera adaptación cinematográfica del personaje creado por William Moulton Marston en 1941 ha obrado el milagro.



DC Comics y Warner lo tenían difícil, porque su universo cinematográfico compartido, que se inició en 2013 con El Hombre de Acero y continuó en 2016 con Batman V Superman y Escuadrón Suicida, fue recibido por la mayoría del público y la crítica con una ira y una inquina pocas veces vista en la historia del cine.



Los que hayáis seguido mi blog, sabréis que a mi El Hombre de Acero me entusiasmó y que Batman V Superman tenía unos problemas en su versión cinematográfica muy graves, pero que quedaban solventados por una versión extendida grandilocuente, tan irregular en algunos momentos, como fascinante en otros muchos. Escuadrón Suicida si que debo decir que fue un error artístico enorme. Una película deslavazada y vulgar cuyo único punto a favor era una Harley Quinn enormemente carismática, que se merecía una película a la altura del esfuerzo de Margot Robbie.



Volviendo a Batman V Superman, lo que casi de manera unánime fue recibido con aplausos fue la aparición de una Wonder Woman en el tercer acto del filme que eclipsaba a dos iconos como Batman y Superman. Y nos quedamos con ganas de más.



Y así, un año después, tenemos en nuestras pantallas de cine la Wonder Woman de Patty Jenkins, que ha demostrado que aun es posible estrenar cintas de superhéroes que devuelvan el brillo y la magia a un sub-género que necesitaba una obra como esta.



Eso no quiere decir que esta Wonder Woman sea una obra maestra del séptimo arte, una cinta necesaria e imprescindible para entender el cine en el siglo XXI. Es, simple y llanamente un blockbuster con corazón y alma, cuya duración de más de dos horas se pasa como un suspiro y nos entrega una interpretación y una presencia de Gal Gadot como no veíamos en el género desde los tiempos de Christopher Reeve y su Superman.



Y así, con esa sensación que tuve cuando vi Superman allá por el año 1979, me encontré emocionándome en varios pasajes de esta adaptación de la Amazona más famosa del mundo del cómic. Una adaptación respetuosa en el fondo y que escoge sabiamente elementos de varias de las versiones del personaje aparecidas en los últimos treinta años, entre ellas las de Perez, Rucka, Azzarello y Morrison, para traer a primera línea de la atención pública un personaje imprescindible y fundamental del noveno arte.



Cierto es que los dos primeros actos son superiores a un más funcional tercer acto, pero eso no quita brillo a una película que nos acaba entregando un primer acto en Themyscira tan corto como memorable y un nudo espléndido donde la química entre Chris Pine y Gal Gadot brilla y nos maravillamos por primera vez con las maravillas de Wonder Woman en esa ya icónica escena en las trincheras de No Man's Land.



Súmale a eso unos secundarios entrañables donde brilla con luz propia una Etta Candy de la que queremos más, un diseño de producción que quita el hipo, tanto en Themyscira como en ese Londres de principios del siglo XX y sobre todo el carisma y belleza de una Gal Gadot que llena de luz cada uno de los planos en los que aparece que sumado a un mensaje de optimismo y esperanza en los nihilistas tiempos en los que vivimos, dan como resultado un blockbuster de calidad y una película que el paso del tiempo la colocará entre uno de los grandes hitos del cine de superhéroes.

22 de junio de 2017

Corazón Salvaje de David Lynch: La obra más efectista y fallida del cineasta






















1990 fue el año en el que David Lynch entró en mi vida. Concretamente el 15 de Noviembre de dicho año con el estreno en Tele5 del episodio piloto de Twin Peaks. Dos meses después, Corazón Salvaje se estrenó en España, la vi y encontré a un nuevo dios cinematográfico que me dio una nueva visión de lo que podía hacer el cine en manos de un prestidigitador con una visión única del mundo y de la naturaleza humana.



Después de esto, llegó Terciopelo Azul, Cabeza Borradora, El Hombre Elefante y posteriormente Fuego Camina Conmigo, Carretera Perdida, Una Historia Verdadera, Mulholland Drive e Inland Empire. Conocí a Lynch como autor completo, con obras de juventud previas que daban pistas de la grandeza de un cineasta que en su madurez creció como autor pero sin olvidar la experimentación de la que ha hecho gala en toda su carrera.



¿Y dónde coloca esto a Corazón Salvaje dentro del global de su carrera? Quizás en el peor puesto junto a su fallido Dune. La razón, que vista con el paso del tiempo y conociendo la obra del cineasta es su película más vacía de contenido.

Es curioso que siendo la película más fácilmente comprensible del autor, es aquello que menos entiendo. Y es que no se bien que me quiere contar en la misma, debajo de todo el ruido y la furia, la mayoría de las veces efectista de sus imágenes.



Entiendo que Lynch, basándose en la novela Sailor y Lula de Barry Gifford, quería hacer su particular homenaje al Mago de Oz, pasado por el filtro de las películas de pandilleros de los años 50 y sus musicales en glorioso Technicolor, con un poso de esa Americana perdida que subyace a lo largo y ancho de toda su obra.



También entiendo que es una visión muy "sui generis" del doloroso paso de la adolescencia libre de responsabilidades a la agridulce vida adulta y el shock de esa transición. Pero está contado a golpes de machete, sin la sutileza y la profundidad a la que nos tiene acostumbrados el espectador.



La factura técnica y artística es impecable. Tanto la imagen, el sonido, la selección musical y los actores están perfectos en una obra que continuamente está en la cuerda floja entre el realismo magnificado y la parodia sangrienta. Pero su fusión de temas y tonos, entre el empalagoso amor adolescente, la trama criminal y su realismo mágico repleto de seres que parecen extras de la vida de unos Sailor y Lula que siguen el camino baldosas amarillas, donde la felicidad y el dolor se dan la mano a veces en la misma escena, no cuaja como en otras obras superiores del cineasta.



El motivo. Sus ganas de epatar por epatar. De ser moderno por serlo. Porque esta obra si que tiene todo aquello que los enemigos del cineasta le reprochan, casi siempre sin razón, elevado a la máxima potencia. El ruido y la furia puede al contenido y aunque dentro de esta irregular obra nos encontramos algunas de las más icónicas y magistrales escenas de toda la obra del cineasta, -el accidente de tráfico, el abuso sexual y verbal de Bobby Perú a Lula- el conjunto no encaja como un buen engranaje y la sensación al terminar de verla es de debajo de la pirotecnia y el magistral trabajo de Lynch tras las cámaras, solo nos encontramos el vacío de la intrascendencia.

20 de junio de 2017

Jessica Jones: Desatada de Brian Michael Bendis y Michael Gaydos. El regreso del mejor Bendis




















Una de las mejores noticias de este año 2017 en materia de cómics era, para el que aquí suscribe, el regreso de Brian Michael Bendis y Michael Gaydos al personaje de Jessica Jones en una nueva serie regular. Y es que Alias, el cómic que inauguró la línea Max allá por 2001, donde Bendis y Gaydos nos presentaron a esta detective privada con dramático pasado superheróico es quizás el mejor tebeo que ha salido de la factoría Marvel en lo que llevamos de siglo.



También fue el primer trabajo para Marvel de un autor que ha pasado de ser un guionista independiente a la estrella que mueve los designios del universo Marvel desde hace ya más de 15 años. Y Bendis comenzó su visión de lo que era el universo Marvel en el filo del mismo, con personajes urbanos como esta Jessica Jones o su Daredevil junto al ilustrador Alex Maleev. A partir de ahí y demostrando con su Ultimate Spiderman -otra de las cimas de la Marvel contemporánea- que era capaz de hacer un tebeo de superhéroes al uso, comenzó su escalada al poder en un universo Marvel que para bien o para mal, nunca volvió a ser el mismo como así atestigua su paso por Los Vengadores, Los X-Men o Los Guardianes de la Galaxia.



Pero lo que es cierto es que Bendis se mueve mejor en el entorno urbano y callejero y con personajes solitarios que con los grandes eventos o los grandes grupos. Y también es cierto que el exceso de trabajo en estos últimos 15 años han hecho mella puntual en el guionista, donde su estilo, una vez fresco, quizá se ha convertido en algo común y habitual pasado el tiempo. Por lo tanto, la pregunta ante esta nueva serie protagonizada por una Jessica Jones convertida en ídolo de masas tras su triunfal paso por el serial televisivo de Netflix, era, ¿estará a la altura de la original?.



La respuesta es un rotundo sí. Desde las primeras páginas, nos encontramos a nuestra desastrosa y querida Jessica Jones con su mundo vuelto patas arriba, donde sus vínculos con todo aquello que había construido -su relación con Luke Cage, su hija, sus amistades con el entorno superheróico en el que nunca había estado cómoda- se han escindido.

Y a lo largo del primer arco argumental en seis partes, llamado ¡Desatada!, Bendis nos conduce en un viaje repleto de giros argumentales, diálogos memorables que solo él es capaz de realizar y el reencuentro con un personaje al que los aficionados a Marvel echábamos mucho de menos.



Además, Bendis aporta una guinda al pastel que será supuestamente desarrollado en los próximos volúmenes de la colección y que es, ni más ni menos, las consecuencias de la destrucción del Multiverso por parte de la comunidad superheróica ocurrido en Los Vengadores de Hickman y su continuación, Secret Wars, que parecía que iba a quedarse en agua de borrajas pero que ahora sirve para arrancar una trama llena de traiciones, decepciones y escepticismo.

Para redondear un primer volumen que se hace corto y deja con ganas de más, tenemos el trabajo artístico de un Michael Gaydos que complementa perfectamente la prosa de Bendis y que de nuevo, como ya consiguió en el original, nos transporta inmediatamente a esa ciudad de Nueva York que habita Jessica Jones, sumergiendo al lector en la misma.



En definitiva, una vuelta del mejor Bendis con su personaje estrella y el mejor tebeo de la Marvel actual junto al Capitán América de Spencer y el Thor de Jason Aaron. Imprescindible lectura para los seguidores de Bendis, Jessica Jones y del universo Marvel en general.

18 de junio de 2017

Inland Empire de David Lynch: La pesadilla de la identidad






















En el año 2006, David Lynch volvía a la pantalla grande con una nueva obra que nada hacía presagiar que sería su último largometraje y su última obra audiovisual, hasta que este año 2017 nos hemos vuelto a reencontrar con ese peculiar y magistral regreso a la localidad de Twin Peaks que está siendo Twin Peaks The Return.



5 años habían pasado desde que volviera a ser encumbrado con Mulholland Drive, ese piloto fallido de serie de televisión que acabó reconvirtiéndose en una de las obras cumbres de la filmografía del director nacido en Missoula. Una obra que atacaba con ferocidad el sueño irreal de Hollywood, sus promesas rotas y que envolvía y llenaba de glamour un relato de la perdida de identidad, corazones rotos y sueños ahogados por la cruda realidad.



Inland Empire continúa la senda de Mulholland Drive, casi convirtiéndose en una cara B de Mulholland Drive, llevando al extremo los preceptos de la obra anterior y el estilo y el hermetismo del cineasta y completando la trilogía de la mente que comenzara en 1996 con Carretera Perdida.



Porque el mecanismo que hace funcionar a Inland Empire es el mismo de las muñecas rusas, donde una identidad se esconde detrás de otra y llega un momento en el que no sabes cual es la real y cual es la copia. Y eso le ocurre a Nikki Grace la heroína de nuestra historia -interpretada por una inconmesurable Laura Dern que dota al personaje de múltiples registros y personalidades- una actriz de éxito de Hollywood casada con un escalofriante millonario del este de Europa y con un pasado algo turbio.



Nikki se convierte en la protagonista principal de una nueva obra cinematográfica que descubre posteriormente que es un remake de una película maldita polaca que nunca terminó de rodarse porque todos los implicados en ella acabaron muerta. Pero por supuesto, tratándose de Lynch, este es el mcGuffin que Lynch aporta al espectador, al igual que las cintas de vídeo en Carretera Perdida o el accidente de Rita en Mulholland Drive, para introducirnos en una laberíntica historia repleta de espejos y dobles reflejos.



Porque una vez que ahondas en la historia y comienzas a atar los cabos sueltos, en la medida de lo posible, vamos descubriendo que la historia pasa de las zonas residenciales del Hollywood de las estrellas al frío e inhóspito invierno polaco, pasando por las decadentes calles de Hollywood Boulevard y parques de trailers de la América más profunda que traen al recuerdo el Big Tuna de Corazón Salvaje o el Parque de Trailers Fat Trout donde vivía Teresa Banks en Twin Peaks Fuego Camina Conmigo.



La interpretación de la misma es un juego de muñecas en si mismo. ¿Es la historia de una actriz que soñó y se metió demasiado en sus papeles desde la tranquilidad del Hollywood de las estrellas o es la historia de una joven prostituta que sueña con ser actriz durante dos horas para escapar del infierno de su propia vida? ¿O son ambas las mismas? Os invito a que lo descubráis por vosotros mismos.



Lynch pone a prueba la resistencia del espectador con un metraje de tres horas, de ritmo irregular pero apasionante, por supuesto si entras en el juego y una decisión estilística, el rodar en video digital de baja definición,  que aunque nos hace perder al Lynch más bello, es consecuente con el estilo y el tono del largometraje. Un tono pesadillesco y caricaturesco en su horror, que queda realzado por esos primeros planos que consiguen deformar los rostros hasta límites grotescos, provocando una sensación de extrañeza que solo los muy seguidores de David Lynch podrán disfrutar.



Y es que para Lynch este Inland Empire es su liberación absoluta, para lo bueno y para lo malo, de los límites que impone una industria que no es país para artistas radicales como Lynch. Y el formato digital, con el que ya jugueteó con resultados tan irregulares como interesantes, en una serie de cortos que se podían ver en su página web y posteriormente recopilados en la antología Dynamic:01 The Best of DavidLynch.com, es lo que le daba la libertad absoluta de hacer lo que le place.



Y ese hacer lo que le place es Inland Empire. Una película rodada con absoluta libertad, un campo de juegos y experimentación para Lynch que lleva al paroxismo los elementos de obras previas como Cabeza Borradora, Carretera Perdida y Mulholland Drive para desmontarlas y darles una vuelta de tuerca, donde muchos de los amigos y actores de Lynch son invitados a ser partícipes de una obra maestra del video-arte, incomprendida en su estreno en salas, reivindicada parcialmente a lo largo de la última década y que ha servido como guía estilística de muchas de las alegrías que nos está dando su regreso a Twin Peaks, quizá la primera obra de video arte para la televisión, como este Inland Empire lo fue para las adormecidas mentes del espectador del siglo XXI.

16 de junio de 2017

Han Solo de Marjorie Liu y Mark Brooks: Un agradable viaje al borde exterior

























Uno de los mayores handicaps de los nuevos tebeos de La Guerra de las Galaxias es la dificultad de encajar acontecimientos trascendentales en una línea editorial que está supeditada a un periodo muy estrecho de tiempo que encaja entre Una Nueva Esperanza y El Imperio Contraataca y que además está siendo reinventada a manos de Disney y Lucasfilm en esas Star Wars Stories que han comenzado con Rogue One y la futura Han Solo.



Y es que Han Solo es el personaje más carismático de la trilogía original, con perdón de Darth Vader. Es el personaje con el se identificaba o se quería identificar todo niño que pudo disfrutar de la obra original. Han era divertido, cínico, mujeriego y el personaje con los pies más en la tierra dentro de una galaxia inundada de señores del Sith, Jedis en baja forma y chavales elegidos más preocupados en convertirse en héroes que en disfrutar de la vida.



Es por ello que tras varias miniseries dedicadas a los personajes de la trilogía original como Leia, Lando o Chewbacca, tocaba el turno del personaje a priori con más posibilidades de obtener un éxito rotundo. El resultado, un tebeo tan divertido como intrascendente, que se situa por encima de las miniseries dedicadas a Chewbacca o Leia, pero por debajo de la excelente Lando de Charles Soule y Alex Maleev.



Los encargados de esta nueva miniserie de cinco ejemplares son la guionista Marjorie Liu y el dibujante Mark Brooks. La primera, consigue una aventura ligera que ahonda superficialmente en la incipiente relación entre Leia y Solo y las dudas existenciales de este último entre decidir si seguir con su carrera de mercenario y preocuparse por el mismo o unirse a una Rebelión que le atrae y repele a partes iguales.



El macguffin de la historia, recoger en varios planetas a tres espías aliados de la rebelión, entre los que hay la sospecha de un traidor, sirve a Liu para introducirnos en ese borde exterior tan mencionado en la saga original, pero tan poco desarrollado por un George Lucas que se centró mucho más en los dos viajes del elegido.



Ese universo repleto de seres de distintas razas que quiere plasmar Liu es apoyado por un más que estimable trabajo artístico de un Mark Brooks que nunca ha sido santo de mi devoción, pero que aquí entrega su mejor trabajo hasta la fecha, desde la representación de los distintos planetas, a las distintas razas, pasando por un Han Solo que es réplica del joven y carismático Harrison Ford.



En definitiva, un tebeo correcto, nada prescindible, pero tampoco imprescindible, que hará las delicias de los fans absolutos de Han Solo y de aquellos seguidores de la saga galáctica que son fans de los aspectos menos épicos de la inmortal saga.
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