30 de enero de 2019

Escuadrón Suicida 3: Villanos de John Ostrander y Luke McDonnell



























John Ostrander afronta con la seguridad de los logros previos, la recta final de su segundo año en la colección, tras una primera mitad donde el serial asentó su importancia e integración dentro del nuevo universo DC post-Crisis, a través de crossovers con la Liga de la Justicia de Keith Giffen y J.M. DeMatteis o la Doom Patrol de Paul Kupperberg -visto en el segundo volumen de esta recopilación publicada por ECC Ediciones que sigue fielmente los paperbacks originales de DC Comics-. Así, este tercer volumen se centra en resolver aquellas tramas y cliffhangers pendientes del primer año del serial y seguir conscientemente con la idea de siempre mirar hacia delante.

 En este nuevo volumen no hay lugar casi para la intromisión de eventos o crossovers, sino que la serie se convierte en portal para el lanzamiento de nuevos títulos como Checkmate que necesitan de la exposición que este Escuadrón Suicida tenía ante los lectores de la época. Y este volumen es un buen ejemplo de las maneras con las que John Ostrander consiguió el reconocimiento, tanto de la crítica como del público. La forma fue aportar tanto la energía cinética de la acción, magníficamente plasmada por un Luke McDonnell cuya falta de preciosismo se suplía con una magnífica composición y puesta en escena, con la valentía del guionista de adentrarse donde ningún tebeo mainstream de la época se atrevía a llegar: las cloacas del poder y la política exterior norteamericana. Tanto es así, que el tomo arranca con una historia concisa y brutal con la Jihad como némesis, donde los trágicos acontecimientos ocurridos el 11 de Septiembre son aquí vislumbrados casi 15 años antes. Pero la afilada pluma de Ostrander no se queda ahí, sino que a través del personaje de Amanda Waller, el guionista consigue mostrar al lector todo aquello que ocurre en la trastienda del poder. Todo ello sin olvidarse en ningún momento que está en un tebeo de entretenimiento, equilibrando lo político con la evasión, de nuevo entregando el protagonismo a alguno de los múltiples y cambiantes miembros del Escuadrón, demostrando nuevamente su habilidad para estructurar tramas principales con secundarias. Aquí, el protagonismo se centra de nuevo en la omnipresente Amanda Waller, verdadero hilo conductor y protagonista principal del título y un Rick Flag, héroe americano por excelencia, cayendo a los abismos provocado por una grave crisis de fe. 






Porque en manos de Ostrander, los personajes del serial se transforman de estereotipos -que luego fueron mal entendidos por los autores de los 90- a personajes de carne y hueso donde su humanización les hace tambalearse entre la luz y la oscuridad. Ostrander no los juzga, solo plasma sus acciones y entiende y comprende que su lector será lo suficientemente inteligente como para sacar sus propias conclusiones.

21 de enero de 2019

Glass de M. Night Shyamalan: Oda y coda a la magia de la cuatricomía






















Tan a contracorriente como lo fue El protegido hace casi dos décadas, llega el final de la trilogía superheróica de Shyamalan con Glass. Una película espejo y reflejo invertido de El protegido, donde la cuatricomía invade el celuloide, los arquetipos se hacen presentes en un mundo que ha perdido su escala de grises, hasta que la fusión de universos contrapuestos -y que en la puesta en escena se hace evidente con la integración del tono y el estilo de Múltiple en el universo de El protegido- convierten a la película, en un primer momento, en un homenaje crepuscular a los tebeos de la silver age, para a continuación transformarse en una representación crítica sobre el afán por racionalizar universos de ficción, dando lugar en su conclusión a una oda a la libertad creativa y a la fantasía del lado de unos seres tan pluscuamperfectos como imperfectos a los que las normas de lo racional no se les aplican y donde se coloca el propio Shyamalan. 






Si el cine de Shyamalan en su conjunto es un salto de fé continuo, tanto para sus personajes como para sus espectadores, aquí dicho salto de fé es cuántico, porque lo que se supone final de trilogía es de nuevo un mcguffin de proporciones cósmicas que consigue rematar con verdadera brillantez y emotividad el inicio de una saga arrancada hace 20 años. Y aunque algo saturada de Kevin Crumb y sus más de veinte personalidades en detrimento de Elijah Snow y David Dunn y la añoranza del score de James Newton Howard -aunque suenen fragmentos de El protegido y el compositor West Dylan Thordson entregue un trabajo más que estimable- Glass arranca abrazando el fantástico, recorriendo el camino inverso de El protegido y las particulares travesías por el desierto de su trío protagonista, sirviéndole al director para desarrollar de nuevo su amor incondicional y su conocimiento de los códigos y motivos del subgénero, confrontándolo con la mirada más acerada y cruda del cineasta desde su reivindicable El incidente






Entre medias, Shyamalan habla de legados, de la confrontación de tonos, estilos y discurso de un medio y una sociedad en un siglo casi de historia y demostrando como las nuevas, extenuantes y abrumadoras maneras de comunicación social y digital -discurso vislumbrado ya en La visita- se expanden tan rápido y de manera tan inmediata como la infección de la naturaleza en la ya mencionada El Incidente. Todo ello en un metraje que oscila entre lo camp, lo estilizado y lo complejo, metáfora de las fuerzas en conflicto en la narración, da como resultado una obra que merece más de un visionado para apreciar sus capas de significado, tan diferente, revolucionaria y alejada de las modas imperantes como lo fue su primera entrega. Cine de género donde lo extraño y lo inusual no necesita de cortapisas y conclusiones racionales, sino del poder de la creencia como elemento fundamental para transformar la realidad
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