7 de mayo de 2018

El taller de escritura de Laurent Cantent: Bienintencionado pero pedestre análisis de la Francia contemporánea






















Secuela o escisión apócrifa de La clase, uno de sus trabajos más reconocidos, Laurent Cantent recupera el tema de la indecisión y el nihilismo de la juventud contemporánea, sumado a la emergente xenofobia en la sociedad francesa, alentada por el Frente Popular de Marine le Pen y los recientes atentados que han paralizado a la sociedad francesa, para utilizar de nuevo un taller de escritura que sirva de catarsis para traer de vuelta a una juventud hastiada de miedo, terror y falta de esperanzas. 






Así, en un taller de escritura veraniego, se reúnen y colisionan un crisol de jóvenes de diferentes culturas pero idénticos orígenes, confrontadas a la representación de todos sus problemas: una profesora de mediana edad, burguesa y de la capital, cuyo trasfondo liberal no es recibido de buenas maneras por el conjunto de los adolescentes. En especial, el otro protagonista del relato, un joven introvertido y obsesionado con el culto al cuerpo y la violencia que es el mejor reflejo de la juventud desperdiciada. Ambos intérpretes son lo mejor de un trabajo que sus buenas intenciones están muy por encima del resultado del relato. 






Cantent arranca su largometraje con una decisión arriesgada, con un plano del videojuego The Witcher 3, metáfora de los distorsionados límites entre realidad y ficción que las nuevas tecnologías han provocado en las mentes en crecimiento. Un discurso algo peregrino, que aúna la escisión social que vive el joven con problemas, donde su odio a un enemigo invisible desemboca en obsesión levemente erótica entre alumno y profesora, para entregar una visión social necesaria pero escasamente relevante y profunda como para que pueda aportar algo de peso a tan actual e importante problema. Pero Cantent, tras un primer acto donde el escenario de la acción se limita al taller, entregando sus mejores momentos, no consigue en los sucesivos actos, ahondar y rascar más en aquello que se vislumbra pero no se dice en el inicio de la obra, coqueteando en el proceso con el thriller erótico al estilo de de Palma o su émulo francés Francoise Ozon, entregando finalmente un producto con buenas intenciones pero que se queda en la tierra de nadie de lo intrascendente y las oportunidades perdidas.

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