6 de septiembre de 2016

Daredevil: Chinatown de Charles Soule y Ron Garney. Un paso atrás para el Hombre sin Miedo






















Que el "grim and gritty" que tanto daño ha hecho al tebeo de superhéroes americanos comenzó con el Daredevil de Miller (y si, también con el Caballero Luna de Moench y Sienkiewicz) es un hecho. Y en su momento le vino muy bien al género para dar un paso adelante y demostrar que los tebeos no solo eran cosas de niños.

Lo sucesores a Miller que más destacaron narrando las desventuras del abogado de la Cocina del Infierno por el día y vigilante enmascarado por las noches fueron Bendis y en menor medida Brubaker. Ellos siguieron la senda trazada por Miller y consiguieron incluso mejorar la fórmula establecida por el autor de Born Again.



Otros no tuvieron tanta suerte, fue el caso de Dan Chichester en los años 90 o más recientemente Andy Diggle entre las etapas de Brubaker y Waid. Estos confundieron madurez y adulto con oscuridad y una preponderancia de la temática ninja como elemento único del triunfo del trabajo de Miller.

Lo que no se dieron cuenta estos autores fue que Daredevil no solo funciona por su vigilantismo, su oscuridad, su agonía, sus penurias y La Mano y derivados, sino por lo interesante y complejo del personaje de Matt Murdock y por su compleja y atractiva red de personajes secundarios, aquellos que le dan capas y matices al personaje.



Por eso la memorable etapa de Mark Waid será recordada por los siglos de los siglos. Por su habilidad para sorprender, su tremenda calidad gráfica y narrativa, sus historias humanas y sobre todo por su fabuloso equilibrio entre luz y oscuridad. Pero hete aquí que la época de Waid ha terminado, coincidiendo en el tiempo con el estreno de la serie dedicada al Hombre sin Miedo en Netflix.

Y esta fabulosa serie se ha inspirado lógicamente en el trabajo de Miller y con ello nos ha llegado una fabulosa interpretación del personaje, en un entorno "grim and gritty". Pero aparte de eso, también nos ha llegado un Murdock complejo, un elenco de secundarios brillante y oscuridad y humor bastante bien equilibrado.



Así, Marvel ha decidido traer ese estilo y ese tono de vuelta a la colección de la mano de dos autores como Charles Soule y Ron Garney. Este último, en mi opinión coincidente con la de Julian Clemente en el artículo que acompaña el primer volumen de esta nueva etapa, es uno de los mejores dibujantes del género actual. Limpio, elegante, estiloso, pero que no ha cuajado ante un fandom algo miope que prefiere seguir adorando a unos cuantos vellocinos de oro.

En este nuevo trabajo, Garney se adentra en el claroscuro, en los tonos bicolor, en las tramas de antaño para entregar un trabajo diferente y sorprendente, aunque en el cambio pierda parte de esa limpieza en el trazo y "sense of wonder" que si podíamos ver en su trabajo junto a Mark Waid en el Capitán América de los 90 o en su más reciente colaboración junto a Jason Aaron en Lobezno.



En cambio, Charles Soule es un guionista de nueva hornada que no me llega a cuajar del todo, quitando su estimable Hulka de hace un par de años, pero que realmente ganaba puntos por el trabajo a los lápices del gran Javier Pulido. Y aquí, Soule entrega, por lo menos en este primer volumen uno de sus trabajos menos inspirados.

De nuevo la crisis religiosa de Matt Murdock, de nuevo La Mano en la sombra, de nuevo el Nueva York deprimente y sin esperanza de la Cocina del Infierno. Todos los aciertos de Waid tirados por la borda y de nuevo un Matt Murdock que es la alegría de la huerta. 



Y todo lo que se cuenta suena a ya visto. Líder religioso con secta de todo a 100 como la de Batman The Cult de Starlin y Wrightson, La Mano en la sombra, un Murdock con dudas y alejado de sus amigos. El uso del gran plantel de secundarios de la anterior etapa queda reducido a una breve aparición de Foggy y poco más.

Los únicos elementos novedosos de la etapa es el nuevo trabajo de Matt como Fiscal del Distrito, pero sus compañeros de trabajo no tienen nada interesante que contar y tampoco parece que por el momento le interese a Soule desarrollarlos como se merecen y sobre todo la aparición de un sidekick oriental para el Hombre sin Miedo. El problema de este sidekick, que no tiene el suficiente empaque para que sea lo mínimamente atrayente.



En definitiva, un back to the basics que se acerca más al trabajo de Chichester en los 90 que en el Daredevil de Miller en el que todos se miran y por supuesto, a años luz de esa maravillosa etapa de Mark Waid que quizás es donde deberían mirar en la actualidad los autores que se atrevan a seguir contando las aventuras del superhéroe ciego más famoso de la historia.

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