23 de septiembre de 2017

Mister Miracle de Tom King y Mitch Gerards: ¿Qué te pasa Scott Free?




















Dos ejemplares únicamente les ha hecho falta a Tom King y Mitch Gerards -el fabuloso equipo creativo al frente de El Sheriff de Babylonia- para poner patas arriba el mundo de Scott Free, alias Mister Miracle en particular y el Cuarto Mundo de Jack Kirby en general, además de poner en evidencia al resto de los títulos que editan las dos grandes.



En un ejercicio, que se asemeja en intenciones y pretensiones a La Visión del mismo King e incluso al Animal Man Morrisoniano, King y Gerards han conseguido refrescar y envolver en un aura de cotidianidad y oscuridad el mundo en le que se desenvuelve un personaje, Scott Free, que normalmente ha funcionado como personaje al fondo de la viñeta, o como alivio cómico en la excelente Liga de la Justicia de Giffen y deMatteis.



Con un arranque tan polémico como potente, donde nos encontramos a nuestro protagonista a las puertas de la muerte, tras un intento de suicidio, tan vulgar como crudo, King, apoyado en un trabajo artístico de Gerards de un precisión milimétrica escalofriante, comienza a resolver el enigma de quién es y qué le pasa a Scott Free, a través de una historia críptica, donde las pistas y los enigmas comienzan a acumularse de manera exponencial y donde la línea entre realidad y ficción se difuminan, situando a nuestro protagonista y la audiencia e un extraño pero seductor estado de duermevela.



King renueva los mil y una vez usados conceptos creados por el maestro Kirby en el centenario de su nacimiento, consiguiendo que conceptos tan usados como mal explotados, se vean desde un prisma original y muy diferente, consiguiendo que las enormes fantasías Kyrbianas se impregnen de la escalofriante realidad de un Daniel Clowes o un Charles Burns.



Y con tan solo dos números publicados de un total de doce ejemplares, el viaje que nos espera, vista la trayectoria impresionante de anteriores trabajos de King y la promesa de estos fabulosos ejemplares, es de órdago. Jack Kirby estaría orgulloso de un tebeo que sabe aunar la capacidad de los buenos tebeos de género de ir un paso por delante de todos sus contemporáneos, como el Rey consiguió en la década de los 60 y 70.

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