5 de diciembre de 2017

Doomsday Clock 1 de Geoff Johns y Gary Frank: Entretenida pero superficial herejía


























Treinta años han pasado desde que el primer ejemplar de Watchmen apareciera en quioscos y librerías en los años 80 y provocara un vendaval en la industria del cómic de superhéroes, cuyos efectos todavía no han remitido. Su premisa, un mcguffin envuelto en un whodunnit, "¿Quién mató al Comediante?", le sirvió al guionista Alan Moore y al dibujante Dave Gibbons, para deconstruir un género, unas convenciones y unos personajes que pasaron a ser unos semi-desconocidos héroes comprados por DC Comics a la editorial Charlton, a unos sosías de los mismos, cuando DC decidió integrar a dichos personajes dentro de su universo tradicional.



Si Watchmen era un ejercicio de post-modernismo que entroncaba con la tradición instaurada por autores como Lucas y Spielberg de devolver el aroma de la aventura clásica de los años 30 a una nueva generación, este Doomsday Clock es la alternativa a ese nuevo post-post modernismo que ha caído sobre la saga galáctica: Supuestas nuevas historias que formalmente aluden a unas obras que ya de por si eran un ejercicio de post-modernidad, donde el guiño y el uso de los recursos que hicieron destacar a dichos trabajos sobre el resto de la producción de la época, sirven meramente como artefactos vacíos, donde la forma puede al fondo.



DC Comics ya intentó hace cinco años traer de vuelta una historia y unos personajes que posiblemente no necesitaba de más extensiones, pasadas o futuras, porque la obra de Moore y Gibbons era una obra cerrada que abría y cerraba una historia e incluso un género que no podía seguir discurriendo por los mismos derroteros, abocada a un callejón sin salida. DC juntó a algunas de las mejores firmas y artistas del cómic contemporáneo, para entregar unos tebeos que no se atrevieron a seguir indagando en la matemática y cerrada estructura formal de la obra original, intentando acercarse a un tono, que en el mejor de los casos, daba como resultado unos tebeos correctos pero muy lejanos a la excelencia de la obra que querían emular u honrar.



Pero la editorial propietaria de los mayores iconos del cómic de superhéroes americano no podía dejarlos tranquilos, decidiendo incorporar a las creaciones de Moore y Gibbons como amenaza en la sombra de una nueva DC, que intentó con gran exito, traer de vuelta el heroísmo y la luz a una editorial que malentendió el legado de Miller y Moore, convirtiéndo a dichos personajes e historia, en los males de la editorial. Así, a lo largo de año y medio, los personajes DC se han visto amenazados, en especial Batman y Superman, por unas némesis que ellos desconocen, pero que el público lector conoce de sobra, en un ejercicio metalinguistico digno de estudio.



Y así se llega a Doomsday Clock, la gran apuesta de DC Comics para ser el centro de la atención cada vez más menguante de la industria del cómic de superhéroes, empañando en el intento el muy atractivo Dark Nights Metal de Scott Snyder, al solapar la publicación de ambas obras en el tiempo. Y el lector al tener en sus manos el primer ejemplar se encuentra con emociones y pensamientos enfrentados. El ataque de nostalgia es evidente. La forma de este Doomsday Clock es idéntico en la superficie al Watchmen original. Tenemos la portada casi descontextualizada marca de la casa de la obra original. Una imagen de portada que luego continuaba en la primera página del tebeo, yendo a través de una composición de página matemática y obsesiva de nueve paneles, con permutaciones siempre en múltiplos de tres, que iba retrocediendo la mirada, desde un primerísimo primer plano, hasta llegar después de seis paneles, a un plano general que daba sentido y conjunto a las fragmentadas seis primeras viñetas.



El ejercicio, de unos muy aplicados Johns y Frankj, lo siguen emulando con un mimetismo que raya en algunos aspectos la obsesión enfermiza, en las primeras siete páginas. En el núcleo de la historia relajan las pretensiones de mimetización, pero vuelven a ello en la última página, donde la desolación y nostalgia de Búho Nocturno y de la que es testigo Silk Spectre, aquí es replicada, pero cambiando a dichos personajes por Clark Kent y Lois Lane.



Es aquí donde la apuesta de esta secuela de Watchmen -los acontecimientos de la obra original afectan a esta historia que se desarrolla seis años después del original- se reconvierte y la acerca a los preceptos más trillados del tebeo de superhéroes tradicional. El Watchmen original utilizaba la forma y el whodunit de la muerte del Comediante como punto de partida de un ensayo acerca de las líneas difusas entre el heroísmo y el vigilantismo. En cambio, en Doomsday Clock, si se mira más allá de la milimétrica emulación formal, lo que tenemos es simple y llanamente un misterio que no es un mcguffin, sino el centro mismo de la trama. ¿Qué relación hay entre Watchmen y el universo DC tradicional?. El misterio es lo único importante. Es mucho más banal y prosaico que lo que nos contó Moore y Gibbons y es por ello, que por muy entretenida e intrigante que pueda ser esta maxiserie de 12 números, y lo puede ser, leído el primer ejemplar, seguramente una vez las aguas vuelvan a su cauce y el tebeo esté finiquitado, será muy improbable que se convierta en una obra de referencia y de arduo estudio con el paso de los años, como fue y sigue siendo el Watchmen de Moore y Gibbons.

1 comentario:

  1. Seguramente picaré me la la iré comprando, pero no espero nada que le pueda hacer sombra ha tan magna obra.
    Un saludo.

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