1 de febrero de 2018

Doomsday Clock 2 de Geoff Johns y Gary Frank: de la obra autoconclusiva al serial infinito




















Tras un primer ejemplar que planteaba y mostraba sin pudor el atrevimiento u osadía, dependiendo del punto de vista de aquel que lo mire, de DC, Johns y Frank de emular no solo narrativa y gráficamente, sino también conceptualmente, una obra tan única e importante como Watchmen de Moore y Gibbons, nos adentramos en un segundo ejemplar que continúa demostrando la habilidad de Johns y Frank para entregar un más que atractivo tebeo de superhéroes y a su vez, un fan fiction de la obra de Moore y Gibbons.






Watchmen es un tebeo que solo puede entenderse como obra cerrada. Un trabajo de orfebrería que Moore y Gibbons elaboraron cual ingenieros, que cerraba 50 años de un género, demoliendo sus cimientos y que servía como coda del mismo. Otra cosa es que su recibimiento, su éxito y su legado fuera malinterpretado por una gran parte de lectores, autores e industria, como podemos seguir observando treinta años después de su publicación.





Este segundo ejemplar ahonda en ese esquizoide punto de vista que ha tomado este gran evento DC, que afecta tanto a la obra en si, como al lector que la lee. Johns y Frank mimetizan de nuevo a la perfección la estructura de la obra original, entregando además una versión watchmeniana de Harley Quinn y el Joker en el proceso, más como juego interno, que como una reflexión del medio, además de reunir ya por primera vez a algunos de los personajes creados por Moore y Gibbons con sus contrapartidas del universo DC. El lector se encuentra en la tesitura del voyeur que no puede parar de mirar aquello que plantean los autores, por el puro morbo de ser testigos de hacia donde va a continuar el sacrilegio, mientras en su interior su mente lucha por comprender como tamaña herejía puede ser tan entretenida.








Por supuesto, el segundo ejemplar termina con un cliffhanger que remueve y revuelve el concepto de la obra original, convirtiendo lo que fue un trabajo fundamental en el principio de un serial que se basa no en el fondo que subyacía en la obra original, sino quedándose en los aspectos superficiales de la misma. Quién mató al Comediante era el mcguffin que servía meramente para ahondar en las interioridades de un género. Ahora, “¿Dónde está el Doctor Manhattan?” se convierte en un fin por si mismo. No busquemos coincidencias de esta secuela apócrifa de Watchmen más allá de sus reflejos formales. Su intencionalidad, tanto autoral como comercial son bien distintas. Y comprendiendo y aceptando esto, podrá ser disfrutada como lo que es.

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