7 de mayo de 2019

Flash Nacido para Correr de Mark Waid y Greg Larocque: Reinterpretación con aroma retro


La segunda mitad de la década de los 80 trajo grandes cambios para DC Comics. La finalización del multiverso original en Crisis en tierras infinitas y la llegada de un evento como Legends entre los años 1985 y 1986 dio como resultado una reestructuración argumental y estilística de un universo que era incapaz hasta el momento (salvo casos puntuales) de atraer a los lectores de cómics que había ido acumulando Marvel durante casi tres décadas en detrimento de la casa que vio nacer a Batman y Superman.

Así, los lectores de cómics de superhéroes vieron pasar ante sus ojos nuevas, inteligentes y modernas interpretaciones del panteón clásico de la editorial, tales como el Batman de Frank Miller, el Superman de John Byrne, la Wonder Woman de George Perez o la nueva Liga de la Justicia de Keith Giffen y J.M.De Matteis. Tras Legends, los lectores también vieron nacer la llegada o reintroducción, para ser más exactos a Flash, el personaje que dio arranque a la Silver Age de la editorial. Tras Crisis en tierras infinitas, el Flash de la Silver Age, Barry Allen, moría sacrificándose para que este nuevo universo DC pudiera vivir, en un octavo ejemplar que se encuentra entre los grandes anales del tebeo superheróico. Pero había otro Flash que podía seguir su legado, Wally West. Un Kid Flash heredero de los incontables sidekicks de los héroes adultos de la editorial que veía como su importancia aumentaba en la historia de la editorial. No es casual que su protagonismo fuera parejo al de Wonder Woman, sirviendo de pie para sus nuevas series regulares.



El problema, que tanto su equipo creativo -formado por el guionista Mike Baron y el dibujante Jackson Guice- como en consecuencia su serie regular, no se convirtió en un must have y un tebeo fundamental de finales de los 80, como si lo fueron los referentes mencionados anteriormente. Pero eso solo sería cuestión de tiempo. Y el momento propicio fue la extraña mutación que pilló con el pie torcido a la industria del cómic americano entre finales de los 80 y principios de los 90. De Miller, Perez, Byrne o Giffen y DeMatteis, se pasó a Dan Jurgens, Rob Liefeld, Doug Moench o Jim Lee. De unos héroes atormentados a unos héroes tecnificados, donde entre el ruido y la furia de los excesos formales y argumentales de la generación Image -y los infructuosos intentos de autores veteranos de emular dicho galimatías- poco podría encontrar el lector veterano de aquellos tebeos originales que le enamoraron.

El primer intento de devolver ese clasicismo Silver Age a una editorial que había malentendido los aportes de autores como Miller y Moore, fue la miniserie Green Lantern Amanecer Esmeralda, donde los guionistas Keith Giffen, Gerard Jones y James Owsley reintrodujeron al Green Lantern llamado Hal Jordan, en esta nueva iteración de la continuidad DC. Las maneras, mirando más a los tebeos de los 70 y primeros 80, a autores como Roy Thomas o Steve Englehart, que a Alan Moore o Frank Miller. El resultado, un tebeo honesto, directo y sincero que no pretendía ni buscaba una reinvención total del personaje, sino entregar un tebeo con aroma retro.






Con el fallido Flash de Mike Baron se ejecutó una operación parecida. El encargado, un Mark Waid, que junto a Kurt Busiek, volvería la mirada al pasado reciente pre-Crisis del tebeo americano, para contrarrestar los excesos cromados y digitales de la nueva hornada de autores niñatos del tebeo americano. La diferencia, que no arrancaron de cero, sino que introdujeron dicho reorigen dentro de la serie regular fallida. El resultado, la saga Flash Año Uno, donde Waid aplicaría su caligrafía clara y sencilla, en un tebeo que aunque todavía no maestro, si que servía como soplo de aire fresco para un grupúsculo de lectores que no compraban tebeos por sus portadas cromadas.

El primer año de la larga etapa de Waid al frente del personaje -y que recopila este primer volumen editado por ECC- quizá no tiene la fuerza de las reinterpretaciones post-Crisis mencionadas previamente. Pero tampoco tiene esas ansias de trascender de dichas versiones. En su primer año, Waid juega a traer a los años 90 la sencillez de los tebeos de la Silver Age, a presentar a un personaje que como el Peter Parker de la competencia -ahogado en ese momento en el oscurantismo Mcfarliano- es tan interesante o más su vida personal que superheróica. Cierto es que este primer volumen no es representativo del caudal de mitología e imaginación que Mark Waid aportaría en etapas posteriores de su largo ciclo frente al personaje y que redefiniría a este hasta el día de hoy. Pero si que sirve como perfecto ejemplo de la otra vertiente del cómic de superhéroes que pugnaría por acabar con los que quizá son los peores tebeos de la historia del tebeo de superhéroes. Una etapa que pronosticaría la llegada de un neoclasicismo en la segunda mitad de los años 90 y que daría como resultado trabajos tan emblemáticos como la JLA de Grant Morrison, el Starman de James Robinson o en la competencia, Los Vengadores de Busiek y Perez o el propio Capitán América de Waid y Garney.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...