25 de agosto de 2017

Dunkirk de Christopher Nolan o la dictadura de la tecnología






















Muchos grandes directores, con grandes títulos a sus espaldas, han caído víctimas de la ceguera que provocan los avances tecnológicos en materia cinematográfica. A James Cameron le ocurrió con su vergonzosa Avatar, todo 3D, nada de contenido, a Peter Jackson, tras ser considerado la nueva esperanza del cine comercial tras su merecido éxito con la trilogía del Señor de los Anillos, a George Lucas le jugó una mala pasada los albores del cine digital en su Amenaza Fantasma, a Robert Zemeckis le perdió su obsesión por la técnica del motion captured y ahora sido el turno de Christopher Nolan y su exagerada adoración por el formato Imax.



Desde que Nolan probó el formato en algunos momentos de su magistral El Caballero Oscuro, cada vez la ha ido incluyendo más en sus películas, y dicen aquellos que han visto sus consiguientes obras en formato Imax, que es una maravilla. Y no voy a decir que no. Seguramente, ver el Apocalipsis Now de Coppola en una sala que proyecte en formato 70 mm, tiene que ser una verdadera experiencia. Por edad, yo no pude hacerlo, pero las innumerables veces que la he visto en formato doméstico, desde el VHS a su perfecta edición en BluRay, siempre me ha parecido una obra magistral.

Y eso es porque la técnica no hace buena a una película. La película tiene que funcionar de la misma manera, o casi de la misma manera, si la veo en un cine Imax, en una sala de barrio, en mi home cinema o en la pantalla de mi IPad. El guión, los personajes y la dirección son los que marcan la diferencia. No si la película la he grabado en Super 8, en una camara digital Red One, un Iphone 7 o una cámara Imax.



Quizás Christopher Nolan, un magnífico director, al igual que los directores que he mencionado en el primer párrafo, peca de un ego y una soberbia a prueba de bombas. Y en algún momento eso te puede jugar una mala pasada. Eso, y el exceso de trascendencia.

Todos estos males se encuentran en Dunkerque, su última obra estrenada en la gran pantalla. La dirección y los planos que componen la obra son fascinantes, impresionantes. Y el uso que hace de la profundidad de campo que proporciona la cámara Imax da como resultado unas imágenes que impresionan en un libro de fotografías o en el trailer de una película. Pero no aseguran una buena película.



Por lo que con Dunkerque, te quedas extasiado visualmente en los primeros 15-20 minutos de proyección. Además, Nolan va hacia atrás y hacia delante desde tres puntos de vista diferentes, aparentando que la historia va a tener más enjundia de la que finalmente tiene. Porque no tiene nada. Ni buenos personajes, ni buenos momentos, ni una buena historia.

La narración se encalla, los personajes nada tienen que decir y son meros recortables para sus encuadres soñados, que se enzarzan en discusiones supuestamente complejas, del nivel barato y sensacionalista de la escena de los barcos en El Caballero Oscuro o la escena del puente del final de su trilogía con el Hombre Murciélago. Moralina barata y discursos pomposos vacíos de contenido.



Recuerda Nolan. Memento es una obra magistral y no necesitaba de fuegos de artificios para que se convirtiera en una obra que hizo despegar tu carrera y dejara un recuerdo indeleble en la memoria del espectador. Y era porque tenía una magnífica historia, con personajes interesantes y contada de una manera muy original y escasamente tramposa. Todo lo que le falta a Dunkerque.

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