25 de mayo de 2018

Han Solo: Una historia de Star Wars de Ron Howard. Tan correcta y vulgar como un telefilme de sobremesa




















Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana, el estreno de cualquier Star Wars se consideraba un acontecimiento para su legión de fans y para una industria cinematográfica que se paralizaba cada vez que la creación de Lucas respiraba. Pero eso fue hace mucho tiempo, antes de Disney, antes del Imperio… Porque si Lucas estrenó en 28 años 6 largometrajes, Disney, necesitada de amortizar lo más rápidamente posible su inversión de 3000 millones de dolares, en solamente dos años y medio ya ha estrenado cuatro largometrajes de la saga, dos correspondientes a los “Episodios” centrales y un par de spin-offs, clasificados dentro de la antología “a Star Wars story”, de la que este Han Solo es su nueva entrega. 






El proyecto original de este Solo comenzó con buen pie, o por lo menos prometía al saberse la noticia de que Chris Miller y Phil Lord, los artífices de The Lego Movie o 21 Jump Street iban a poner a disposición de Disney y el personaje más famoso de la saga con perdón de Darth Vader, su carácter irreverente y juguetón. Pero diferencias irreconciliables entre el duo de cineastas y la presidenta de Lucasfilm, Kathleen Kennedy y sobre todo con el emperador Palpatine de la nueva Star Wars, Lawrence Kasdan, artífice de los guiones finales, que no de las historias de El imperio contraataca y El retorno del Jedi acabaron con el despido fulgurante del duo creativo y colocando en tiempo record a un servicial Ron Howard, cineasta de nulo estilo personal para salvar los platos rotos de una Disney que se vio incapaz de atreverse a presentar una visión personal de su franquicia más exitosa.

 
Y Ron Howard entrega lo que Kennedy y sobre todo Kasdan querían. Que “brillara” el guión de este último y de su hijo Jonathan -en una muestra flagrante de nepotismo- a través de una cinta que navega en un crucero de mediocridad, por supuesto sin estrellarse nunca, pero sin brillar en ningún momento. Cierto es que el reparto de la película -a excepción de un carismático Donald Glover como un joven Lando Calrissian o el amenazador Paul Bettany, en la piel del sádico líder de una red de contrabandistas llamado Dryden Bos- no ayuda mucho a levantar el moroso tono del largometraje. Porque aunque los Kasdan pretenden -y la intención es buena- entregar una visión más noir de la galaxia muy, muy lejana, poco pueden hacer con una pareja central formada por Alden Ehrenreich en la piel de Han Solo y Emilia Clarke como su interés amoroso Qi’Ra. El primero, no consigue, por mucho que lo intente, emular el carisma de Harrison Ford, no por dotes actorales, sino porque la presencia de Ford es inimitable y Clarke, porque posiblemente es una de las nuevas estrellas de Hollywood cuyo éxito entre los fans se me escapa. Ninguna de las escenas y arco argumental que comparten ambos personajes funcionan, por mucho que Kasdan pretenda emular y homenajear a parejas como Bogart y Bacall o los William Hurt y Kathleen Turner de Fuego en el cuerpo, su primer largometraje como director. Ni siquiera pueden acercarse a las réplicas y contrarréplicas de Carrie Fisher y Ford en El imperio contraataca. No solo por su falta de tablas y habilidades actorales, sino porque además Kasdan e hijo pretenden replicar una y otra vez, a veces de manera harto patética, aquello por lo que es recordada y laureada el episodio V de la saga. 






En cuanto al resto del reparto, destacar que Woody Harrelson cubre el expediente, sin brillar, pero sin molestar, que al que le ha tocado vestir el traje de Chewbacca no molesta, aunque las escenas y primer encuentro entre el wookie y Han no consiguen emocionar y que a Thandie Newton, si el espectador pestañea, se la pierde. Y que decir de Ron Howard, el “director” de esta operación económica: pues que cubre el expediente sin molestar, pero sin aportar nada en la puesta en escena que merezca ser mencionado. La dirección es impersonal, incluso morosa en muchas ocasiones, en una película que pide ser imprevisible y dinámica como el protagonista a la que pretende honrar y que sus set-pieces de acción son tan vulgares como las que entregó Richard Marquand en El retorno del Jedi. A destacar un par de planos de una puesta en escena gris y monótona: El Halcón Milenario frente a frente con un Destructor Imperial. La lucha de proporciones representada en un solo plano evoca lo mejor de la saga y el Halcón Milenario siendo perseguido por una criatura heredera de los sueños más febriles de H.P. Lovecraft. El resto, pura rutina. 






Porque el resumen que define esta película puede ser el siguiente: George Lucas en su momento no inventó nada, sino que consiguió crear un mash-up de todos sus gustos y aficiones (seriales cinematográficos, el cine de Kurosawa, Flash Gordon, cine bélico de la 2º Guerra Mundial, filosofía y misticismo de andar por casa) en un todo cuyo computo global era superior a las partes que lo conformaban. El problema, que cuando autores y productores menos inteligentes y avezados que el creador de Luke Skywalker, creen que alguna de sus partes era superior al todo (Lawrence Kasdan o J.J. Abrams) lo único que hacen es vulgarizar la saga, hacerla perder su esencia y entregar un producto que es mero pastiche de algo que era ya un pastiche (brillante eso sí).

1 comentario:

  1. Se que pasaré por taquilla a verla,,,,,pero las críticas en general no ayudan. En fin, no creo que sea peor que los dos últimos episodios dentro de la continuidad.
    Un saludo

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