3 de octubre de 2018

Escuadrón Suicida vol. 2: La odisea de Nightshade. Posmodernismo inconsciente





























Tras un primer volumen donde Ostrander y McDonell sentaban las bases de lo que sería un serial tan humilde como fundamental para entender el tebeo de superhéroes de finales de los 80 como de principios de los 90, este segundo volumen integra sobre todo al Escuadrón Suicida dentro del universo DC. Así, tenemos un especial donde Ostrander se une con Paul Kuperberg y el nuevo Escuadrón Suicida se reúne por primera vez con la fallida Patrulla Condenada antes de que Grant Morrison la reactualizara y nunca pudiera volver a ser la misma. A su vez, la serie regular se integra obligatoriamente dentro del evento del año 1987, Millenium, pero Ostrander es capaz de ofrecer un tebeo que es posible ser leído de manera unitaria e incluso utilizarlo como trama a desarrollar en futuros episodios de este serial río. Es también en este volumen donde El Escuadrón tiene su primer crossover interserial, nada más y nada menos que con la LJI de Giffen y DeMatteis, la serie más importante y exitosa de dicha época y que es capaz de impregnar de humor bufo a las dramáticas y violentas aventuras del escuadrón de Amanda Waller. Es tal el grado de mimetismo con el tebeo de Giffen y DeMatteis que incluso el arte de Luke McDonnell se impregna, en el ejemplar correspondiente al Escuadrón, del estilo y espíritu de Maguire o Giffen. 






Pero más allá de integraciones editoriales y precursora del grim and gritty mal entendido de la generación Image -y que aquí contienen algunas de sus primeras apariciones, con Erik Larsen como dibujante del especial Doom Patrol Suicide Squad o el Secret Origins dedicado a Nightshade dibujado por Liefeld- el elemento más importante de esta obra es la habilidad de Ostrander de convertirla en un cajón de sastre donde todo vale y nada parece fuera de lugar. Es por ello que el Escuadrón funciona tanto como espejo de la guerra fría Reaganiana -y hay que aplaudir el valor de Ostrander de criticar al presidente de la época en un tebeo mainstream de manera tan sutil y elegante- como tebeo de superhéroes descerebrado e incluso como tebeo pre-Vertigo y sobrenatural. Es ahí donde se centra sobre todo este volumen, una saga en tres partes titulada La odisea de Nightshade donde Ostrander da muestras de su habilidad para moldear tanto tramas grupales como individuales, reflejo de ese cajón de sastre que es el Escuadrón Suicida. Un grupo multidisciplinar que aporta a su vez con cada uno de sus integrantes que el serial pueda ir saltando de géneros de manera fresca y natural. 





Gran parte del éxito de la propuesta viene de la mano del artista Luke McDonnell. Un dibujante que es posible que no sea de los primeros que vienen a la cabeza, pero que con su trazo tosco pero dinámico y una excelente visión para la planificación y la puesta en escena, es el perfecto compañero de viaje de los dinámicos y vibrantes guiones de John Ostrander. En definitiva, un tebeo honesto y directo que bien merece esta reedición y su categoría de obra de culto de la DC Comics de los años 80.

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