Moore se ha acomodado. Es un hecho, sobre todo palpable si vuelves a leer sus primeras obras de nuevo, como es mi caso tras leer los primeros números de su magistral Cosa del Pantano. Pero también es cierto que la última gran obra del autor de Northampton fue Promethea.
Si, sus Hombres Extraordinarios han tenido sus grandes momentos de brillantez. Y que el universo que ha creado él junto a Kevin O'Neill (magnífica pareja artística por otra parte) ha entregado a los lectores un disfrute folletinesco que se echaba de menos en el mundo del cómic.
Pero a medida que ha ido pasando el tiempo y se ha ido haciendo más huraño, el escritor inglés también ha comenzado a estar cada vez más pagado de si mismo, si es que alguna vez no lo estuvo. Y ese es el mal de las últimas incursiones del autor en este universo del que se encuentra tan apegado. Que ya no sorprende, que está repleto de lugares comunes y donde antes el autor sorprendía a cada página, ahora mismo se ha replegado en una zona de comfort de la que no se le puede sacar ninguna pega, pero de la que tampoco se puede resaltar nada destacable o brillante.
En este nuevo volumen de lo que ya es una cita anual con sus fieles lectores, Moore continúa con su nuevo personaje fetiche, la hija del Capitán Nemo, que conocimos en el primer volumen de la tercera parte de su Liga y que se ha convertido en la protagonista de sus novelas gráficas.
Y por lo menos esta nueva incursión de la hija de Nemo y su legado es más interesante que la inane Heart of Ice o la esperpéntica 2009 que daba por finalizada la tercera parte de su Liga de Caballeros. Y de nuevo Moore nos vuelve a demostrar su gran conocimiento de la historia y de la cultura popular, con la aparición de un nuevo grupo de villanos aliados con el Fuhrer, que son ni más ni menos que los icónicos personajes del cine expresionista alemán de los años 20, desde María, el androide de Metrópolis reconvertida en una suerte de Terminatrix, a los famosos doctores Caligari o Mabuse.
Y ahí queda todo, en un tebeo magníficamente planificado y bellamente (en su feísmo) ilustrado por Kevin O'Neill. Una divertida pero intrascendente obra que se disfruta igual de rápido que se olvida y que hace añorar tiempos pasados donde cada obra de Moore revolvía los cimientos del mundillo. Pero eso fue hace mucho tiempo, tanto para nosotros los lectores, como para un autor inmerso en su autocomplacencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario