17 de febrero de 2016

Hellblazer de Jamie Delano 1 de 3: Construyendo a John Constantine
























La aparición por primera vez de John Constantine como secundario de lujo en la saga American Gothic de La Cosa del Pantano de Alan Moore fue un punto de inflexión en el nuevo terror que el mundo del cómic abrazó a mediados de los años 80 y que cambiaría la manera de entender un género a partir de entonces.



Constantine tenía tanto carisma que era capaz de eclipsar al resto de personajes que tenía alrededor. Un personaje misterioso, del que Moore dio escasas pero fundamentales pinceladas y que pedía su propia serie regular a gritos, para saber quien era este investigador de lo paranormal cínico y desastrado.



Karen Berger decidió darle su propia serie regular en 1988 y ya que la relación de Moore con DC en esos momentos ya comenzaba a distanciarse para romperse definitivamente, decidió entregarle las riendas del personaje a un amigo de Moore, Jamie Delano, que ya había hecho sus pinitos en Warrior y 2000 AD, igual que el resto de autores británicos que inundaron el cómic americano.



A Delano hay que concederle el honor de darle cuerpo, personalidad y pasado a un personaje que hasta el momento había sido una presencia icónica e interesante pero poco más, ya que para Moore era motor de la historia pero nada más. Delano le aportó amigos, entorno, un trágico pasado y una personalidad complicada y muy interesante.

Pero Delano, al igual que todos sus contemporáneos, venía de una Inglaterra sometida por Margaret Thatcher. Una Inglaterra oscura, siniestra y pesimista, algo que este tebeo reflejó de manera magnífica.



En el primer año de colección, que es el que viene recopilado en este primer volumen de tres, Delano tiene un primer medio año brillante, acompañado por el acertado, sucio y retorcido arte de John Ridgway y donde el escritor apoyado en lo sobrenatural, realiza una acertada denuncia de problemas tan contemporáneos como el hambre en el mundo, el capitalismo salvaje, la pederastia infantil o la guerra de Vietnam, apoyándose en fenómenos sobrenaturales, de la misma manera pero sin llegar a la calidad expuesta por Moore en la mencionada American Gothic.



El problema, que a partir de ahí y aunque en esa segunda mitad del primer año de la colección sigue habiendo ideas interesantes, la cada vez más farragosa prosa de Delano hace que la lectura de la serie se haga más cuesta arriba. La salida de Ridgway como dibujante y la llegada de Richard Piers Rayner tampoco ayuda, ya que a este último le falta la calidad y el trazo siniestro que ayudaba a Ridgway a dar con el tono sombrío y sucio que necesitaba la colección.



El volumen lo completan dos ejemplares de La Cosa del Pantano de la etapa de Rick Veitch, el primer annual de la colección dibujado por Bryan Talbot y la miniserie prestigio The Horrorist que hasta el momento creo que había estado inédita en nuestro país y que destaca sobre todo por el magnífico arte de David Lloyd (V de Vendetta).

En definitiva, un volumen imprescindible para conocer los orígenes de la serie protagonizada por Constantine, un referente para las series que aparecieron tras ella y que conformarían la línea Vertigo y redefinirían el tebeo comercial americano y por supuesto el espejo donde se mirarían Ennis, Azzarello, Jenkins o Carey para hacer crecer la leyenda de John Constantine.

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