3 de noviembre de 2016

Doctor Strange de Scott Derrickson: Visualmente apabullante, narrativamente convencional
























Marvel Studios y Kevin Feige tras 13 películas basadas en el universo Marvel han llegado a un punto de equilibrio donde es difícil que den un paso en falso. Conocen la fórmula, conocen lo que quiere su público y eso se plasma en sus largometrajes. El problema también es que el margen de riesgo queda bajo mínimos.

Trasladar a la creación de Steve Ditko y Stan Lee, un personaje de culto pero no una primera espada de la editorial era la oportunidad de darle un cambio de aires a un universo que quizá, tras casi diez años de franquicia había perdido su capacidad de sorpresa, aun siendo productos de una calidad media más que estimable. Introducir lo sobrenatural y la magia, además de trasladar a la pantalla las surrealistas y psicodélicas imágenes salidas de la imaginación y los lápices de Steve Ditko era una oportunidad de oro para el estudio.



 La película lo consigue a medias. En el apartado visual y conceptual somos testigos de unos diseños y efectos visuales dignos de elogio, más Escherianos que Ditkianos en su gran mayoría, donde los magos de ILM consiguen trasladar la pesadillesca imagineria de una ilustración de Escher a la pantalla grande, aunque en honor a la verdad, es tal el grado de perfeccionamiento de los efectos visuales actuales que la capacidad de asombro que teníamos los espectadores hace 15 años, quizá ha quedado algo anestesiada.



Scott Derrickson, director de la última hornada del cine de terror, se acopla perfectamente a lo que Marvel Studios pide de él. Se deja de personalismos y entrega un entretenimiento para toda la familia al que es difícil sacarle peros o reacciones viscerales de amor y odio, al estilo de lo que ha hecho Zack Snyder con su Hombre de Acero o Batman V. Superman. El problema es que tampoco entrega nada que llene de gozo al espectador.



 La película narrativamente es un largometraje de origen e iniciación al personaje y su mundo al estilo del Iron Man de Jon Favreau con la que la franquicia arrancó. Olvidémonos de interpretaciones arriesgadas y de montaje desestructurado al estilo del Batman Begins de Nolan. Conocemos a Stephen Strange, un icónico y carismático Benedict Cumberbatch que puede hacer sombra en el futuro al Tony Stark de Robert Downey Jr, un médico egocéntrico y altivo y su golpe de realidad cuando sufre un accidente que le hará cambiar su visión del mundo y le convertirá de hombre de ciencia a hombre de fé.



 Su origen aunque muy fiel al de las viñetas, contiene cambios muy agradecidos como la feminización de una magnífica Tilda Swinton como La Anciana, la mayor preponderancia de Wong, el siempre fiel mayordomo del Doctor, que coge elementos de la nueva caracterización que el escritor Jason Aaron está desarrollando en la nueva y magnífica etapa del personaje en las viñetas y sobre todo la caracterización de un personaje fundamental como Mordo, mucho más inteligente que la que desarrollaron Lee y Ditko en los años 60.



En cambio, el personaje encarnado por Mads Mikkelsen funciona a medio gas como amenaza y el fabuloso intérprete que encarnó al mejor Hannibal Lecter jamás visto, queda desaprovechado por un guión que peca de conservador. Y no es que el guión sea malo, sino que no arriesga en ningún momento, con una estructura funcional que no hace que la película aburra, pero que tampoco te ansia por verla de nuevo una y otra vez.



Las escenas de acción, sobre todo la que ocurre dentro de la mansión está llena de imaginación, los combates a lo largo de una Nueva York donde los límites de la física son llevados a sus máximos extremos son una delicia para la vista y los viajes a lo largo y ancho de las dimensiones son una delicia para los sentidos. Pero al largometraje le falta algo más de riesgo y locura para que la película cree poso en el espectador y se convierta en uno de los refererentes del cine de superhéroes.



 En definitiva, una correcta película de orígenes, donde los riesgos visuales son mayores que los narrativos, interpretada por un Cumberbatch perfecto, incluyendo tanto elementos de su famoso Sherlock como de la nueva encarnación del personaje desarrollada por Jason Aaron, que entretiene y sorprende por su apartado visual pero que queda lejos de las sensaciones de otras películas del universo Marvel como Los Vengadores de Whedon, Los Guardianes de Gunn o la dupla del Capitán América de los hermanos Russo.

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