8 de junio de 2015

Hellblazer de Garth Ennis 2 de 3: La cima del trabajo de Ennis con Constantine


















¿Recordáis cuando la línea Vertigo era la línea estrella del cómic americano? Era la década de los 90, y los lectores, huérfanos de buenas historias en las editoriales tradicionales, encontrábamos nuestra ración mensual de buenos tebeos entre las páginas de un sello editorial que aunaba a los mejores autores y las mejores historias que podías encontrar en papel impreso.

Una de esas series era Hellblazer, precursora del tebeo de autor apoyado por una gran editorial y la cima de la misma fue cuando un desconocido Garth Ennis puso su talento, su ingenio y su mala leche al frente de las aventuras del mago más poco convencional que el mundo del cómic ha tenido en toda su historia.



La primera parte de su etapa al frente del personaje junto al dibujante William Simpson fue un soplo de aire fresco, pero la llegada como dibujante de Steve Dillon, convirtió a esta etapa del personaje en la vara para medir lo que harían el resto de autores que han tocado al personaje. Y estamos hablando de autores como Paul Jenkins, Brian Azzarello, Peter Millligan o Mike Carey. Y ninguno de ellos consiguió el nivel de frescura que alcanzó Ennis de la mano de Dillon.

Porque Dillon complementaba perfectamente a Ennis, algo que luego se confirmaría con su obra magna, Predicador. Las razones, que Dillon parecía haber nacido para plasmar los irreverentes, sucios, decadentes pero tremendamente humanos temas que Ennis tocó en uno de sus picos de creatividad más altos.



Si en el primer volumen de esta etapa comenzábamos a vislumbrar la relación entre Constantine y Kit, en este volumen su relación y posterior ruptura son la base de los ejemplares que contienen este volumen. Una historia de amor tan sincera, tan real, tan humana que no puedes sino sentir lo mismo que sufren los personajes a lo largo de la misma, casi como si fuera tu vida o la vida de alguien cercano a ti.

Pero Ennis no olvida que estamos ante un tebeo sobrenatural y místico. La diferencia con Gaiman, el otro gran autor de lo sobrenatural de principios de los 90, es la aproximación a ese mundo. Un mundo de personajes extraterrenales (ángeles, súcubos, vampiros y demonios) con las mismas miserias y los mismos anhelos de los humanos. Venganza, rabia, amor, traición son los motores que mueven a seres como Eli o Gabriel, ángel y demonio que pasan del deseo al amor y tienen que sufrir la ira de un Dios poco cercano y comprensivo a las pulsiones de sus criaturas.



Ennis vuelve a no escatimar en situaciones, escenas y conceptos chocantes, como la biografía del arcángel Gabriel o la escalofriante por realista visión de la vida de los mendigos en el Londres de principios de los 90. Pero aunque todo lo que rodea a Constantine y a su grupo de personajes cercanos es sucio, frío e inhóspito, Ennis siempre encuentra al fondo de ese pozo de perdición lo que más importa, los amigos, la familia y el disfrute en los pequeños placeres de la vida, como puede ser una pinta junto a un buen amigo y una buena conversación. Gracias a estos pequeños detalles, Ennis da realidad a sus historias y convierten a su Hellblazer en una de las cimas del tebeo de los 90 y una lectura por la que el tiempo no hace mella, convirtiéndola en uno de los tebeos imprescindibles dentro de la biblioteca de los aficionados.

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