23 de enero de 2016

La Trilogía de Nemo de Alan Moore y Kevin O'Neill: Una saga familiar con aroma pulp






































Uno de los grandes problemas de las ficciones populares en formato cómic es el lento paso del tiempo o incluso el nulo paso del mismo. Los seguidores de universos de ficción tales como los mundos creados por Marvel o DC saben perfectamente de lo que hablo. Múltiples reinicios, personajes que en el momento que el cambio les sobrevuela son vueltos a la casilla de salida por temor a que ese ser eterno crezca, madure y en algún momento muera.



Lo mismo ocurre con los personajes de las novelas pulp u obras congeladas en el tiempo debido a que no tuvieron continuidad, pero que han ido creando el imaginario colectivo no solo de los seguidores del género fantástico sino de la cultura popular. María, El Doctor Mabuse, James Bond y su mundo, La Criatura de la Laguna Negra, el Mundo Perdido de Arthur Conan Doyle y un largo número de personajes que inundan estas páginas han sido absorbidos por nuestra cultura. ¿Pero qué pasaría si esos personajes y esos universos compartieran un mismo mundo?



Eso es lo que se plantearon Alan Moore y Kevin O'Neill cuando idearon La Liga de los Hombres Extraordinarios, casi el primer supergrupo de la historia que bebía de la literatura clásica de ciencia ficción y terror de finales del siglo XIX con exponentes tan importantes y fundamentales como Julio Verne, H.G.Wells o Bram Stoker, pero aderezado por otros géneros llamados menores o marginales como el de superhéroes, la literatura pulp de espías con Ian Fleming a la cabeza, las biblias de Tijuana, la serie B de los años 50 o los explotation magazines para hombres.



Y en el momento que el genio inglés no tuvo nada más que contar acerca de su ya mítica Liga que abarcó desde finales del siglo XIX a principios de este nuevo siglo, se sacó de la manga un spin-off con la heredera del Capitán Nemo, una hija que presentó en sociedad en el primer especial de la trilogía de los Hombres Extraordinarios llamada Century.

Pero el personaje era tan interesante que se merecía un título para ella sola. Y así, Alan Moore escribió tres novelas gráficas que abarcaría la vida de esta nueva pirata de los mares y también de su familia, amigos y herederos.



Leídas por separado no hace justicia al trabajo de Moore, ya que la obra completa se paladea y aprecia leída del tirón. Y así me ocurrió en su momento con la publicación de los dos primeros volúmenes. Lecturas agradables, pero a las que les faltaba algo que nos recordara los trabajos más memorables del alabado guionista.



Por supuesto que Moore ya no tiene la ambición de sus inicios y es difícil que nos entregue algo que pueda impactarnos de la misma manera que su Miracleman, Swamp Thing o From Hell, pero en su ligereza, su absoluta falta de pretensiones, encontramos un tebeo donde el inglés sigue demostrando que ha sido quien fue, gracias a una visión muy particular de los géneros llamados menores, donde es capaz de homenajear a todos ellos, pero siempre entregando algo único y personal que va más allá del calco o la imitación.



De una Antártida Lovecraftiana, viajamos a una Alemania Nazi donde los símbolos y el imaginario del Tercer Reich se alinean con el futurismo desacerbado de la Metrópolis de Lang y de allí a una selva peruana donde el Mundo Perdido de Conan Doyle se da la mano con la explotation nazi más burda y vulgar. Una mezcla de géneros que en manos de cualquier autor menos experimentado y competente podría convertirse en un plato indigesto, pero que en manos de Moore se convierte en un entretenimiento inteligente, quizás no a la altura de sus grandes obras, pero que a estas alturas de su carrera, cuando no tiene que demostrarle nada a nadie, se agradece. 

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