25 de febrero de 2012

La Invención de Hugo de Martin Scorsese


La Invención de Hugo de Martin Scorsese (Hugo, 2011)

Martin Scorsese aparte de ser no solo un grandísimo cineasta, quizás uno de los mejores de la historia del medio, es un amante del 7º arte, un devorador compulsivo de celuloide, una enciclopedia viviente del mismo. Y lo que ha hecho es una oda al cine, a sus creadores y a los innovadores.


No es casualidad que haya rodado la película en 3D. A igual que los hermanos Lumiere o Melies, Scorsese quiere probar, maravillar, asombrar al espectador con un espectáculo nunca visto. Y aunque yo la he visto en 2D, por mis malas experiencias con el formato, se puede vislumbrar el trabajo que el cineasta italoamericano ha querido plasmar con la nueva tecnología Cameroniana . Y este es excelente, comenzando con una primera escena rodada en un plano secuencia absolutamente fastuoso que sumerge al espectador en el pequeño microcosmos de una estación del París de los años 20 que sirve al cineasta como excusa para contar una historia sobre las ilusiones rotas y recuperadas, la pérdida de la familia y el deseo y necesidad de encontrar otra y sobre todo del afán de crear, de innovar contra viento y marea y contra el mundo en contra.


Porque lo que ha conseguido Scorsese usando como excusa una novela infantil-juvenil de Brian Selznick, brillantemente adaptada por el guionista John Logan, es el mayor tributo a los orígenes del cine, que deja en evidencia incluso a la excelente "The Artist".


Scorsese entrega una de sus mejores obras de su filmografía, tras una década y media algo deslucida aunque con trabajos estimables como Shutter Island, El Aviador o Infiltrados, con una película a contracorriente de los cánones actuales y de su propio estilo. Las obras más cercanas serían quizás "La Edad de la Inocencia", sobre todo por lo fastuoso del diseño de producción de Dante Ferreti o "El Aviador" en su homenaje a los visionarios, aquí representado en la figura de George Melies.


Rodeado de un equipo que está perfecto en todos sus departamentos, desde los actores a la banda sonora de Howard Shore, los efectos visuales más originales y más redondos del año, una historia emotiva y una perfección que se masca desde el primer plano hasta el último de una película cuyo máximo pecado es que se acabe, quedándote con ganas de saber más del fantástico elenco de personajes, tanto principales como secundarios, que deambulan por esa estación de París que sería la envidia de Jean Pierre Jeunet, o la sombría pero absorbente ciudad de París con sus lóbregos callejones, sus siniestras pero bellas estatuas que ya quisieran el Tim Burton o Guillermo del Toro más inspirados.


Al igual que Spielberg con War Horse, Scorsese se desmarca con su película más humana, más positiva, en una época, una sociedad y un cine que cada vez abraza más el lado más oscuro de la vida. Scorsese da un halo de esperanza, una luz al final del túnel, para todos aquellos que persiguen un sueño o una ilusión. Chapeau maestro. Tras una carrera de cinco décadas, has vuelto a conseguir otra obra maestra absoluta para tu filmografía. Enhorabuena y gracias, muchas gracias. Esto es cine y lo demás son tonterías.

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