Criminal: The Last of The Innocent de Ed Brubaker y Sean Phillips (Criminal The Last od The Innocent 1 al 4 USA)
Si en mi entrada anterior hablaba de Brubaker sobre su spin off del Capitán América y este verano comentaba su segunda incursión en el universo pulp-superheróico de Incógnito, como dos obras de un Brubaker a medio gas, correctas pero no brillantes, no puedo decir lo mismo de la sexta y por el momento última entrega de su Criminal.
Criminal es una serie que ha ido de menos a más en su calidad, volumen a volumen, convirtiéndose, junto a su brillante Sleeper, en la obra de referencia de este autor en perfecta armonía con el dibujante Sean Phillips, convirtiéndose en una de las parejas de creadores más complementarias de la historia del medio.
Criminal The Last of The Innocent es una prueba fehaciente de que no hay nadie como Brubaker para traer de vuelta y darles un giro contemporáneo a las típicas historias noir de toda la vida. Este nuevo volumen tiene todo lo que esperamos de una serie negra que se precie de serlo: un perdedor encantador (pero con un giro perverso), una mujer fatal que le trae de cabeza, apuestas, putas, mafiosos y la suciedad y pesimismo marca de la casa Brubaker/Phillips.
Pero lo que hace de este "The Last of The Innocents" un paso adelante en la colección es ese viaje al pasado del protagonista a su pueblo natal, representado en el tebeo como si una historia de Archie se tratase. Por supuesto, si en los tebeos de Archie tuvieramos crímenes, felaciones, cunnilingus y consumo de drogas. El sueño americano hecho añicos, un Cuenta Conmigo crepuscular, o la fantasía perversa de la infancia de Spielberg pasada por el tamiz de un David Lynch que hubiera olvidado por un día su hermetismo habitual.
Un tebeo que no se lee, se devora y que tiene la virtud de engancharte a sus personajes y a la historia desde la primera página, sin dejar que lo sueltes, olvidándote de lo que acontece a tu alrededor y que a medida que pasas las páginas y ves que cada vez queda menos, desearías que nunca terminara. Pero Brubaker lo ha estructurado perfectamente. La madeja se va desenredando a medida que pasan los capítulos, cada uno con un giro argumental que te deja atrapado, llegando a un epílogo que cierra la historia de manera fulminante y dejándote con la sensación de que has leído una historia escrita por un genio de la narrativa acompañado de un dibujante de primera que conoce a su compañero de trabajo mejor que a sí mismo. Uno de los tebeos de este 2012 que acaba de comenzar.
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