Harry Potter y Las Reliquias de la Muerte Parte 2 de David Yates (Harry Potter and The Deathly Hallows, 2011).
Ya llegó la película más esperada del verano, para una generación de espectadores que han crecido con el personaje literario creado por J.K.Rowling y que comenzó su andadura cinematográfica en el año 2001 de la mano del experto en cine infantil y familiar Chris Columbus.
Y su origen es importante. Porque es posible que se haya sobredimensionado la importancia de Harry Potter como una de las grandes aventuras épicas y del camino del héroe, cuando en el fondo es una saga que comenzó como un libro infantil y juvenil. Lo mismo para su saga cinematográfica, actualmente un oasis para aquellos que desean una saga épica, huérfanos de las grandes sagas de la historia del cine ya finiquitadas como Star Wars, Matrix o El Señor de los Anillos.
Pero lo importante es si esta última entrega y final de saga está a la altura de lo esperado. Y la respuesta es un sí, pero a medias. Como la octava entrega de la saga de siete películas que el público lleva disfrutando diez años,está bien, en algunos momentos más que eso, porque ninguna de las anteriores entregas de la saga son obras maestras de la historia del cine, ni títulos que hayan cambiado el medio, como si pueden haberlo sido títulos como Matrix, El Imperio Contraataca o La Comunidad del Anillo. Y ahí es donde esta película pierde una oportunidad inmejorable para pasar con letras de oro en la historia del cine.
La anterior y muy superior entrega que adaptaba la primera mitad del último libro de la saga, cambiaba el tono de la historia, se volvía mucho más adulta e interesante, con esa oscuridad que se cernía física y psicológicamente alrededor de los personajes, repleta de los problemas de los cambios de la infancia a la adolescencia y de esta a la edad adulta, y planteaba un final donde se mascaría la tragedia. Pero en cuanto empieza esta última entrega, la angustia y el miedo de los protagonistas, brilla por su ausencia y nos encontramos con una primera hora de película bastante prescindible, repleta de elementos visuales fastuosos pero escasa emoción e intensidad dramática. Solo cuando los protagonistas vuelven a Hogwarts, la película vuelve a ponerse interesante, para bajar de nuevo en una batalla reminiscente del Retorno del Rey, pero que deja fuera de campo los momentos más emocionantes a favor de grandes panorámicas espectaculares pero poco interesantes desde el punto de vista dramático.
La película vuelve a ganar en intensidad cuando se desvela el verdadero pasado y destino de los padres de Potter y el mismo, dirigiéndonos a una batalla final que se presume repleta de épica y sacrificio, pero que queda lastrada por una decisión argumental que le resta potencia al enfrentamiento final entre Harry y Voldemort, espectacular desde el punto de vista visual por otra parte. Esta importancia lógica del enfrentamiento entre los dos grandes oponentes de la saga, dejan en bastante mal lugar a los dos compañeros de Harry, Hermione y Ron, que quedan más como meros comparsas y espectadores de los acontecimientos.
Y así se mueve la última entrega de la saga, con sus altos y sus bajos, al igual que la saga en su conjunto. Por supuesto, a mi me pilla ya lejana la generación Potter y yo no he crecido con ella como muchos de los espectadores que llenaban la sala ayer. Por lo que mi visión, más racional que emocional (al contrario que con sagas como Star Wars) me reafirma en decir que Harry Potter ha acabado mejor que como empezó, pero que al desperdiciar muchas oportunidades y planteamientos interesanes, lejos se queda de poder estar en el podio de las mejores sagas de la historia del cine.
Totalmente de acuerdo contigo, y además por qué pusieron a Voldemort riendo como niño en feria?! Qué falta de respeto a ese personaje
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