Conan el Bárbaro de Marcus Nispel (Conan the Barbarian, 2011).
Acabo de ver la vapuleada y masacrada nueva versión del clásico personaje que Robert E. Howard creó en 1933 para la revista Weird Tales, que luego fue adaptada con gran acierto por Roy Thomas junto a Barry Smith primero y luego con John Buscema con gran acierto en los años 60 hasta bien entrados los 90 y que en 1982 fue traspasada al cine en una película emblemática para todos los que hemos crecido en los 80, dirigida por John Milius, con un guión del propio Milius y un desconocido por aquel entonces Oliver Stone e interpretada por la que se convertiría en la gran estrella de los años 80, Arnold Schwarzeneger. Y si, es tan mala como dicen, yo incluso diría que es peor.
El encargado de esta pobre y desganada nueva versión del guerrero cimmerio es Marcus Nispel, exdirector de videoclips (y ahí se tendría que haber quedado) que tuvo la suerte de que le sonara la campana,y realizara un estimable e interesante remake del clásico del terror de Tobe Hooper "La Matanza de Texas" en 2004. Pero Nispel fue flor de un día y regalo al espectador dos obras más antes de este Conan, que hundió el pequeño prestigio que había conseguido gracias al remake de Cara de Cuero.
Nada se salva en esta nueva versión que bebe mucho de la película original de Milius. Para empezar, Nispel comienza con un prólogo atropellado, deudor de "El Señor de los Anillos" versión Peter Jackson, intentando narrar las bases en las que se sustenta la historia, haciendo que un espectador que no conozca el mundo creado por Howard, no entienda ni le interese que narices es la Era Hyboria y reinos con nombres tan extraños y difíciles de recordar para el no iniciado como Vanaheim, Hyperborea, Cimmeria o Hyrkania.
Tras esto, Nispel comete el mismo error que Milius en su aproximación al personaje. Darle un origen bañado en sangre y venganza, donde en ambas versiones los padres de Conan son exterminados, al igual que su aldea por un mago/guerrero con ansias de poder ilimitado. Esa obsesión de la historia de venganza como motor de la historia es un recurso que parece que encanta en Hollywood, pero que en ningún momento aparece en la historia del personaje, ni en las novelas originales, ni en los tebeos de Roy Thomas para Marvel, ni en los actuales publicados por Dark Horse iniciados por el guionista Kurt Busiek con gran fortuna.
Lo bueno de la película de Milius era que, aunque el punto de partida no me parecía todo lo fiel al personaje original-que en el fondo es únicamente un bárbaro rudo pero noble, un superviviente que con 19 años abandona su aldea para probar suerte en el mundo y convertirse en ladrón, aventurero, mercenario, soldado y pirata, hasta que casualidades de la vida, se convierte en rey de Aquilonia, en la que es quizás la parte más interesante de la historia del personaje- suplía eso con una dirección poderosa, un creíble Conan, un buen diseño de producción aun con las restricciones presupuestarias y de medios de la época, un guión que se inspiraba en las enseñanzas del superhombre de Nietzche aunque a veces pecaba de pretender ser más importante de lo que era, una película de espada y brujería, y sobre todas las cosas, una de las mejores bandas sonoras de la historia del cine, compuesta por Basil Poledouris y que aumentaba y amplificaba las imágenes a las que acompañaba, convirtiéndose en la película épica por antonomasia de una generación, como 20 años después lo fue la trilogía del Señor de los Anillos de Peter Jackson.
En cambio, la de Nispel no tiene nada de eso. La dirección es nefasta y el montaje es no apto para epilépticos, haciendo que el espectador no se entere de lo que está ocurriendo, ni cuando, ni como, ni a quién, y se desentienda del filme a los pocos minutos de empezar. Momoa da el pego como bárbaro, siendo una mezcla del estilizado Conan de Barry Smith (Momoa no es una mole de músculos culturista atrofiados como Schwarzeneger) y el rostro colérico y agresivo del Conan de Buscema, aunque nunca le perdonaré a Nispel que cambie el emblemático taparrabos de piel de toda la vida, por una suerte de pareo que no le va nada al personaje.
El resto del reparto está poco aprovechado y se le nota que no se cree nada de lo que hacen o dicen. El supuesto gran villano de la función, interpretado por Stephen Lang (Avatar) provoca la risa en su intento de ser un sucesor/émulo del Thulsa Doom interpretado por James Earl Jones, y su hija bruja es ya de traca. Porque lo de Rose McGowen y que haya aceptado interpretar a esa bruja con las garras de Freddy Krueger y se haya dejado maquillar de manera tan atroz se convierte en uno de los misterios más misteriosos de la historia del cine. Por no hablar de esos secundarios amigos de Conan que aparecen y desaparecen como por arte de magia y en función de suplir agujeros argumentales y que no se coman demasiado la cabeza los tres guionistas, ¡¡¡tres!!!, que han perpetrado tamaño fiasco.
Podría seguir machacando una película de espada y brujeria que tiene mucho de espada (por supuesto con mucha sangre en CGI, que es lo que se lleva) y poca brujería (porque considerar brujería un pulpo lovecraftiano o howardiano, que para el caso son de la misma época o unos seres de arena que realmente parecen personas a las que se les ha embadurnado de crema solar y les han hecho rebozarse por la arena de la playa, no es brujería, ni es nada).
Bodrio absoluto, cero respeto al personaje y a su universo, y si el malogrado Robert E. Howard se levantara de su tumba, volvería a reventarse los sesos como hizo en su momento.
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