Si en DC Comics existe la santísima trinidad en su universo, formada por Superman, Batman y Wonder Woman, en el universo Marvel y más concretamente dentro del universo Vengador, esa trinidad estaría formada por Thor, Capitán América y Iron Man. Y si ayer tocaba hablar del Dios del Trueno, hoy es el turno de la nueva etapa del Centinela de la Libertad.
Dentro de esa trinidad, el que mejor parado ha salido en su serie regular ha sido Steve Rogers. Ya comentamos ayer las contadas ocasiones en las que se han hecho buenos tebeos de Thor y en la próxima entrega nos detendremos en el Vengador Dorado, que tampoco ha tenido mucha suerte. Pero cuando toca hablar de Steve Rogers no podemos decir lo mismo.
Etapas buenas y excelentes las ha tenido a porrones. Desde los entrañables episodios del duo Lee y Kirby, la corta, intensa e imprescindible época Steranko, al Imperio Secreto y Nómada de Englehart en los 70, a las poco a poco más revalorizadas etapas tanto del duo Stern y Byrne, o De Matteis y Zeck, sin olvidar por supuesto, el lavado de cara que significo en los años 90 las dos etapas que realizo Mark Waid, primero con Ron Garney a los lápices y luego con Andy Kubert.
Pero ninguna como la que llegó en el año 2004, gracias a Ed Brubaker, quizás la mejor historia jamás contada del personaje, la más alabada y que duró la friolera de 8 años. Una pena que al final Brubaker acabara quemado y se notaran síntomas de cansancio, tanto en su Capi, como en cualquier tebeo que oliera a superhéroes. Pero lo que no nos quita nadie es la intensidad de la misma, donde predominaba el tono de tebeo de espías bien hecho, que bebía tanto del material primigenio, como de las etapas de Steranko o Englehart.
Brubaker se fue, y los aficionados del Capi nos quedamos huérfanos de autor, un autor que ponía el listón demasiado alto a cualquiera que se atreviera a tocar a uno de los personajes más emblemáticos del cómic americano. Y ese autor fue Rick Remender.
Si como yo, disfrutasteis del trabajo de Remender en X-Force (y si no lo habéis hecho, ya podéis ir corriendo a vuestra tienda de tebeos más cercana a subsanar ese error) o estáis disfrutando de sus Imposibles Vengadores (pocos tebeos actuales saben aunar el sabor clásico con la modernidad de una forma tan acertada), las expectativas de que Remender hiciera un trabajo tan memorable eran esperadas y lógicas.
Y la sensación, tras leer ya casi un año de esta nueva visión del Supersoldado de la 2º guerra mundial ha sido agridulce. Lo primero que hay que decir, es que Remender ha sido inteligente y no ha querido continuar el tono de Brubaker, sino que ha comenzado inspirándose en la psicodélica y algo bizarra etapa de Jack Kirby en los años 70. Nada de Shield, espías, rusos, conspiraciones, etc... Pura y simple ciencia ficción desatada, ambientada en otras dimensiones.
Pero Remender alarga demasiado esta primera aventura en la Dimensión Z, donde Arnim Zola tiene retenido al Capitán América y este último entabla amistad y una relación paterno-filial con el hijo del villano. El problema es que a medida que avanza la historia, a veces no sabes hacia donde quiere ir el guionista, acrecentado por el trabajo de un Romita Jr. que hace mucho que dejó de estar interesado en entregar un buen trabajo y solo está preocupado de cobrar su cheque a fin de mes.
A cambio, tenemos retazos de cosas bien hechas, de hacia dónde quiere llevar Remender al personaje, como por ejemplo esos flashbacks a la infancia de Rogers, quizás los más negros que hayamos podido ver sobre el personaje, con ese padre alcohólico y violento que aterrorizaba a Steve y a su madre.
Y en la Dimensión Z ocurren varias cosas que van a cambiar al personaje tal y como lo conocemos. Si Steve vive décadas en esa dimensión, en la tierra solo han pasado horas. Steve vuelve a ser un hombre fuera de su tiempo, quizás más que cuando quedó congelado en la 2º guerra mundial. Y el trágico final de dos personajes a lo largo de la aventura en la Dimensión Z, que no revelaré aquí, deja al Capitán América en la peor situación en la que nos lo podemos haber encontrado nunca.
El último ejemplar publicado en España, cambia completamente de tono. Steve ya está de nuevo en nuestro mundo, pero con el bagaje de lo acontecido en la dimensión Z, sintiéndose más aislado que nunca. El entorno vuelve más a lo urbano, trayendo de vuelta a un viejo conocido del Born Again de Miller y Mazuchelli, Nuke, el reverso oscuro del Centinela de la Libertad. Y tenemos cambio de dibujante, Carlos Pacheco, que está irreconocible debido a un entintador que no le pega nada a sus lápices, Klaus Janson.
En resumen, una etapa extraña, con puntos positivos y negativos, pero cuyo desarrollo, una de las especialidades de Remender, la hacen atractiva para seguir comprándola mes a mes. El tiempo dirá si Remender triunfó o se estrelló con esta aproximación diferente a la figura del Supersoldado.
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