Darwyn Cooke es un fuera de serie, sobre todo en su faceta gráfica. Primero animador, luego autor de cómics, tiene en su haber algunos de los tebeos más bonitos de los últimos años, por no decir los que más. Desde su etapa en Catwoman con Ed Brubaker a los lápices, a su Spirit o sobre todo a su DC The New Frontier, Cooke se ha convertido en uno de los mejores autores completos del panorama comiquero. Su amor por los años 50 y 60, el glamour y sobre todo la serie negra clásica, además de su decepción por el panorama superheróico actual de las dos grandes, ha hecho que su nueva obra la edite en una editorial indepediente, IDW y el proyecto sea la adaptación del famoso personaje de serie negra, Parker, cuyas novelas las escribió Donald Westlake bajo el seudónimo de Richard Stark.
Si la primera novela gráfica era un prodigio de adaptación, con un equilibrio perfecto entre lo que era el paso de una novela al cómic, sin olvidar que este es un medio visual, en esta segunda ocasión el resultado no es del todo perfecto.
Por supuesto, es imposible reprocharle algo a la parte gráfica de su última obra, porque como siempre en Cooke es perfecta. Incluso en esta ocasión, el resultado es mejor de lo esperado, ya que experimenta con el lenguaje del cómic, usando más de un estilo, adaptándolo a las necesidades de la obra, ya que esta contiene un relato liustrado, y un tercer bloque que rompe en ritmo y tono con el resto de la obra.
Y en este tercer acto es donde está el problema desde el punto de vista del guión y de adaptación. Cooke hace que la lectura de esta segunda parte se haga cuesta arriba. Comete el mismo error que lo visto en adaptaciones cinematográficas del mundo del cómic, como 300 o Watchmen, y es el intentar ser demasiado fiel a la obra reverenciada, sin pensar que muchas de las soluciones que aparecen en una novela, no funcionan en el traslado de la misma a otro medio.
Hay demasiados textos de apoyo, incluye un capítulo entero de una novela ilustrada que ralentiza la lectura del ejemplar. La obra gana muchos puntos cuando Cooke se deja llevar por su arrollador estilo artístico, donde la historia fluye a través solo de sus poderosas y perfectamente planificadas imágenes. Pero se hunde en el fango del tedio cuando el texto inunda y ahoga sus imágenes.
La obra, aunque algo fallida, hay que reconocerle el trabajo y mimo que Cooke ha puesto en todas y cada una de las más de 150 páginas que la obra contiene. Esperemos que la tercera parte del misógino, brutal y despiadado Parker, que vuelve en 2012, pula estos defectos que han hecho que no disfrute la obra como se merece.
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