Aprovechando la colección popular Marvel Héroes, una de las mejores ideas que ha tenido Panini en sus ya casi 7 años de trayectoria como editores Marvel en España, he podido leer dos obras de finales de los 80, lindando con el inicio de los 90, protagonizadas por dos de sus personajes más famosos: Iron Man y Punisher.
El primero, recopila los primeros 9 números de la etapa de John Byrne al frente del personaje en calidad de guionista. Y aunque este trabajo del pluriempleado por aquel entonces Byrne, no se puede decir que sea una de sus obras de referencia a la altura de sus 4F, Hulka, Alpha Flight o Superman, es una lectura más que digna, en la que Tony, como siempre, debe enfrentarse a corporaciones rivales que toman posesión del control de su cuerpo y la armadura de Iron Man. En la sombra, el regreso del villano por antonomasia del vengador dorado, el Mandarín, que tendrá un amplio protagonismo en el siguiente volumen que Panini publicará de esta etapa en el mes de diciembre. Además, el dibujante que acompaña a Byrne es de auténtico lujo, ni más ni menos que John Romita Jr., que volvió al personaje tras su emblemática etapa junto a David Micheline como guionista y Bob Layton de entintador. Aquí, Romita Jr. ya había evolucionado su estilo artístico, desarrollado sobre todo en su etapa al frente de La Patrulla X de Chris Claremont a mediados de los 80, entintado además por uno de los entintadores con que mejor se complementa, Bob WIacek.
El otro volumen que no leí en su época y que he podido recuperar gracias a este coleccionable es Punisher War Journal también de finales de los 80 y principios de los 90. Pero este ya es harina de otro costal. Un tebeo con todo lo malo de dicha década (vigilantes urbanos, conceptos mal entendidos del Dark Knight de Miller) realizado por Carl Potts y un primerizo Jim Lee. Esto último es lo único por lo que puede recomendarse este volumen, siendo la razón, el acto arqueológico de ver los primeros pasos de una de las grandes estrellas del cómic americano de las dos últimas décadas. Porque Carl Potts es un guionista nefasto, repetitivo, que abusa de la voz en off, de la reiteración heredera de Miller pero sin el estilo y la inteligencia de este último (por lo menos en dicha década). Un tebeo aburridísimo, cuya lectura se hace interminable. Además, queda en evidencia la patética representación de Frank Castle, al compararla con las excelentes etapas de Garth Ennis o la actual de Jason Aaron.
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