2012 de Roland Emmerich. Reseña de actualidad.

2012 de Roland Emmerich (2009).

Bienvenidos de nuevo al cine de megadesastres orquestado por el director alemán, adorador y plagiador de autores como Steven Spielberg y James Cameron - a los que copia sin ningún tipo de pudor (en esta ocasión las elegidas han sido La Guerra de los Mundos y Titanic)- y que debería ser declarado enemigo número uno de la humanidad, no solo por su carrera cinematográfica, deleznable como pocas, sino por su interés y afán por destruir su planeta de todas las maneras posibles.

En esta ocasión, y tras una invasión alienígena, un monstruo japonés y una glaciación, decide que todo eso no es suficiente y se embarca en su proyecto más ambicioso, el fin del mundo total, con todas las desgracias posibles como terremotos, maremotos y todo tipo de catástrofes posibles.

El guión se puede escribir en una servilleta de papel: El fin del mundo es inminente y solo los ricos podrán sobrevivir previo pago de un billón de euros (el dólar está devaluado), para subirse a unas arcas donde solo unos pocos serán los privilegiados para ser parte del proceso de mantener a la raza humana con vida. Mientras tanto un padre (John Cusack, muy cercano al histrionismo del peor Nicolas Cage) separado luchará para salvar a sus hijos e intentar recuperar el amor de su ex-mujer.

Alrededor del protagonista tenemos el famoso elenco coral que toda obra de Emmerich que se precie tiene, pero debido a su incapacidad narrativa y de creación de personajes, ya que estos son estereotipos maniqueos y conservadores como pocos (el científico sabio y con conciencia, el hombre de negocios sin escrúpulos, el presidente de los Estados Unidos bondadoso y justo (Danny Glover), el loco obsesionado con las conspiraciones políticas (Woody Harrelson más pasado de rosca que nunca, cuya excentricidad es....¡¡¡comer pepinillos compulsivamente!!!),y por lo tanto, todos ellos no valen para nada, son planos como una hoja de papel y aunque el director intenta meternos situación tras situación sensiblera y manipuladora (en la película hay no una ni dos, sino ¡¡tres!!! llamadas de padres a hijos, hijos a hermanas y abuelos a perros, donde todos ellos ante el inminente fin se dicen lo mucho que se aman y lo que se echan de menos, en vez de correr, que es lo que deberían hacer).

Por lo que lo único que queda son unos efectos visuales brillantes que representan la destrucción del mundo de manera perfecta, pero que debido a la inutilidad de Emmerich de transmitir ningún tipo de emoción, más que el fin del mundo, parece que sus personajes están en una atracción en Disney World, que presenciando el fin de la civilización tal y como la conocemos. Al final, la película se reduce a: escena de destrucción masiva de terremoto/tsunami/meteoritos/volcán persiguiendo a coche/camioneta/avión/barco/personas, conversaciones banales y estúpidas entre personajes banales y estúpidos llenos de topicazos conservadores y rancios, llamada telefónica y emotiva, y de nuevo persecución de desastre a cualquier tipo de vehículo o individuo. Todo eso para llenar ¡¡dos horas y media!! de la absoluta nada, puro fuego de artificio mojado de fiesta de pueblo marginal.

Emmerich nos entrega otra obra para el olvido y se sigue manteniendo con fuerza en el número uno del triunvirato de peores directores del cine actual con el segundo y tercer puesto ocupado por Stephen Sommers y Michael Bay. Si Ed Wood levantara la cabeza...