Resident Evil: Ultratumba de Paul W. Anderson. Reseña de actualidad

Resident Evil: Ultratumba de Paul W. Anderson (Resident Evil: Afterlife, 2010).

La cuarta entrega de la adaptación al cine del famoso y revolucionario videojuego de Capcom (en el momento de su aparición en 1996) sigue el mismo camino que sus "ilustres" antecesoras. Si la saga en su versión consolera ha tenido y tiene una influencia absoluta en los videojuegos de terror, creadora de un género por si mismo, como fue el "survival horror", su versión cinematográfica bebe de todas y cada una de las influencias del cine de acción de la última década, imitándolo y plagiándolo, pero muy mal.

El artífice de esta saga es el inefable Paul W. Anderson (no confundir con el genio de nombre casi parecido, Paul Thomas Anderson, autor de dos obras magistrales como son Boogie Nights y Magnolia), el cual dirigió la primera y mejor entrega (dentro de su mediocridad) y produjo las dos secuelas posteriores. En esta ocasión vuelve a ponerse detrás de las cámaras, con la novedad del 3D, apuntándose de nuevo al carro del oportunismo.

Esta continuación de las aventuras de Alice, interpretado por la bella Milla Jovovich, en un mundo post-apocalíptico, enfrentada a la corporación Umbrella, causante del letal T-Virus, comienza con una escena de acción que parece la "intro" de cualquiera de los videojuegos de la saga, donde Anderson plagia plano a plano momentos y situaciones de la saga Matrix (en concreto su secuela Reloaded y en particular la escena de Trinity cayendo al vacío con la que empieza el filme). Pero donde los Wachowski imprimen ritmo, Anderson solo da ruido, con un estilo de dirección que hace diez años fue revolucionario, pero que ahora se antoja demodé, debido a los mil y un imitadores que salieron tras el estreno de la seminal Matrix.

El nudo de la película es muy aconsejable para aquellos aquejados de insomnio, ya que durante 30 minutos, no ocurre absolutamente nada, ya que el director nos presenta a un grupo de personajes completamente unidimensionales y prescindibles (se deshace de muchos de ellos deprisa, corriendo y mal) y una situación reminiscente de la fallida secuela de Alien dirigida por David Fincher (tonos ocres incluídos) para luego desembocar en una escena final, donde vuelve a copiar de mala manera el estilo de los Wachowsky, pelea final bajo la lluvia del final de Matrix Revolutions incluída.

¿Y que queda que se pueda salvar de tamaño desproposito? (aunque la película en todo momento vende lo que es, un subproducto). La presencia física de Milla Jovovich, pésima actriz pero magnética para la cámara, la reunión de los hermanos Redfield, la aparición del gigante encapuchado y los mutantes del videojuego Resident Evil 4 (que hará las delicias de los fans del videojuego, aunque Anderson los saque de manera testimonial, ya que no los aprovecha como debería) y unos efectos 3D de barraca de feria, que harán las delicias de aquel que se maraville porque una bala o una cabeza reventada parezca que les va a dar.

En definitiva, una pobre adaptación del genial videojuego, pero que dentro de la mediocridad de la franquicia (la segunda y tercera parte eran infumables) se sitúa un poco por debajo de la insulsa primera parte.