14 de octubre de 2011

Melancholia: El Apocalipsis según Lars Von Trier


Melancholia de Lars Von Trier (2011).

¿Qué podemos esperar de un director tan personal y excéntrico como el cineasta danés? Algo original y diferente, en muchas ocasiones parcialmente fallido pero siempre fascinante y repleto de aciertos. ¿Y de su primera aproximación al cine de ciencia ficción? Un salto al vacío. El problema de los saltos al vacío es que te puedes partir la crisma. Y en parte es lo que le ha ocurrido con esta última obra.


Si Von Trier jugó con el cine de género en su anterior largometraje, "Anticristo", para desde la perspectiva del cine de terror llevar al espectador a sus filias y fobias particulares (la maldad intrínseca del ser humano, su dualidad ante el enigma femenino y la naturaleza como lugar de sufrimiento y dolor) en esta su última obra conjuga los temas mencionados anteriormente con el género de catástrofes sci-fi que tan buenos resultados comerciales le ha dado a directores tan poco habilidosos y ruidosos como Roland Emmerich y Michael Bay.


La trama principal del filme es la aproximación del planeta "Melancholia" a la tierra y su inminente choque con la misma. Pero donde el cine de blockbusters de Hollywood lo plantea de manera universal, aquí vemos como afecta a una pequeña familia desestructurada, en concreto a dos hermanas, Justin (Kirsten Dunst) y Claire (Charlotte Gainsbourg).


La película se divide en dos actos completamente diferentes en tono y estilo, iniciando y culminando el filme con sendos prólogos y epílogos de una belleza visual inenarrable y que son con mucho lo mejor de un largometraje bastante irregular pero en algunos momentos hipnótico y fascinante.


Los mejores momentos de la película los tenemos en la primera parte del filme, titulado Justine, en honor al memorable personaje de una inconmensurable Kirsten Dunst. La estupenda actriz, es arropada en su tour de force particular que la desnuda física y psicológicamente por un excelente reparto de secundarios entre los que destacan un cast tan variopinto como excelente formado por actores tan dispares como Kiefer Shuterland, en un registro muy diferente a los que nos tiene acostumbrados, Alexander y Stellan Skarsgard, Charlotte Rampling, John Hurt y la anteriormente mencionada Charlote Gainsbourg. Todos ellos en una larga escena de una hora de duración que representa la extraña y patética boda de los personajes de Dunst y Alexander Skarsgard.


Esta larga secuencia sirve a Von Trier para seguir diseccionando sin éxito el enigma de la mujer, siempre descontenta y deprimida en su obra y los trapos sucios de una familia completamente desestructurada. Una hora que se toma su tiempo pero que de lejos es lo mejor de la película, rodado todo con el particular estilo cámara en mano del danés, que hace al espectador partícipe y voyeur del fallido evento.


Pero llegamos a la segunda parte de la película, el segmento llamado Claire, centrado en el personaje de Charlotte Gainsbourg y comienzan los problemas. Si el primer acto es redondo, casi sin fisuras, esta segunda parte, más centrado en la aproximación del planeta Melancholia y su inminente colisión con la tierra se hace cuesta arriba por una narrativa morosa y repleta de tiempos muertos y lo que es peor, casi completamente escindida del segmento anterior y donde los personajes pierden gran parte del desarrollo que nos habían plasmado en el primer acto, ya que al personaje de Gainsbourg no la llegamos a comprender del todo y Dunst pierde de manera exponencial su protagonismo y su intrigante personalidad, de la que el espectador se queda con las ganas de saber porqué actúa como actúa.


Cierto es que las acciones sin sentido de los protagonistas pueden ser debidas a la influencia del planeta a medida que se aproxima a la tierra y continúa el discurso iniciado por Von Trier en Anticristo de la maldad de la naturaleza  y su peligrosa y condenada unión con el ser humano, pero eso no quita para que Von Trier lleve a sus máximas consecuencias la parsimonia con la que se desarrolla la segunda parte de este experimento.


Por supuesto el segundo acto tiene sus grandes momentos, sobre todo en el apartado visual, como la visión del planeta aproximándose a través de un artilugio de fabricación casera, o la lluvia de granizo, un momento de una belleza y un patetismo total, hasta esa escena final, uno de los momentos más bellos del cine reciente.


Pero la perfecta fusión de la que hace gala la primera parte no se corresponde con una segunda parte que desvirtúa en gran medida los aciertos y el buen sabor de boca de los primeros 60 minutos. Eso no quita para agradecer a Von Trier su personal visión del fin del mundo, aunque esta vez su salto de fe le haya dado como resultado un ejercicio de estilo en algunos momentos fascinante, pero en conjunto algo irregular.

2 comentarios:

  1. La primera parte, mejor que la segunda, por decir algo. Efectivamente hay momentos de la peli visualmente acojonantes, pero otros muchos vitalmente prescindibles. Tengo una sensación de ver anuncios cuidadisimos de El Corte Ingles, Anais Anais, uniendo un dramón desesperante, que.... hacen que me vaya a dormir con la esperanza de amanecer mañana sin recuerdos de estas dos horas, para mi, fallidas. Iñaki

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